'Il dolce far niente'
El campeón de Liga y de Europa ha perdido momentáneamente la hegemonía europea en el mano a mano frente al Chelsea, la española ante el Madrid en Chamartín y la ciudadana contra el Espanyol en Montjuïc, motivos de sobra para que el Camp Nou recupere el punto de inseguridad que siempre le distinguió y la afición azulgrana perciba tan cruelmente la derrota hasta comprender la posible abdicación a final de curso, como diría un madridista confeso de la categoría de Javier Marías.
El equipo azulgrana ofrece síntomas preocupantes desde el inicio de temporada cuando en Mónaco se empachó de éxito, por no decir que se emborrachó con los trofeos individuales, y el Sevilla le reventó con el cuchillo de Jack, el Destripador. Una vez abatido, el Barça ha ido a remolque durante el año por más que mantenga su condición de líder virtual por el partido pendiente con el Betis. Al barcelonismo le ha perdido precisamente la facilidad con la que daba por seguros triunfos que después se convirtieron en dolorosas derrotas.
El Mundial de clubes, torneo en el que se venció malamente en la final, y el esfuerzo suplementario que le supuso su clasificación para los octavos de la Champions provocaron la distracción barcelonista en la Liga, competición que ha ido llevando con el rabillo del ojo, confiado como estaba en el proceso de autodestrucción del Madrid y el Valencia y en la inocencia del Sevilla. Y, ciertamente, el campeonato español ha sido llevadero para el Barça hasta la sonrojante caída en el derby.
Los blanquiazules reincidieron en el metido anti-Barça, que consiste en una buena presión, una mejor organización defensiva y una excelente condición física. Valverde denunció los problemas estructurales que tiene desde siempre el equipo de Rijkaard. A la espera de Zambrotta, los laterales son flojos y no hay manera de dar con el mediocentro después de que el entrenador insista con Edmilson o Motta y prefiera a Márquez como central. Aunque mantiene el estilo, por más que se pueda debatir sobre la compatibilidad entre Iniesta y Xavi, no encuentra el Barça el punto de equilibrio ni la manera de desequilibrar al rival. Hay un exceso de jugadores insustanciales y faltan futbolistas directos, capaces de desbordar, de tirar desmarques, de jugarse el uno contra uno, de romper con la monotonía que genera el juego cadencioso de los medios. El equipo se ha engañado con las jugadas de estrategia, que en vez de una alternativa para los partidos más ásperos se han convertido en su modus vivendi, especialmente para Ronaldinho.
La transformación del Barcelona en un admirado campeón no se explicaría sin la sonrisa y el repertorio del Gaúcho. El brasileño, sin embargo, no siempre participa del sentido colectivo del juego. El equipo incluso se contagia a veces del fútbol playero de Ronaldinho frente al juego de calle que representan Eto'o y Messi, dos delanteros agresivos, capaces de cambiar la marcha del partido, siempre dispuestos a sacar ventaja de cada jugada, incluso apelando a acciones teatrales, como diría Mourinho.
Más que en su ausencia, el nudo del problema está en el fútbol auténtico que representan los jugadores hoy lesionados y su capacidad para combatir la actual somnolencia del vestuario, el boato institucional y la complacencia de la prensa, centrada en campañas de promoción. Al Barça le puede hoy il dolce far niente. La decadencia empieza por no acudir a los entrenamientos y celebrar el resultado de los distintos sorteos. Después ocurre que no se ganan partidos, más tarde se pierden Copas y finalmente se acaba por tirar la Liga.
Al equipo le avala su capacidad para corregirse futbolísticamente y, por tanto, sus disfunciones tienen remedio. Nada se sabe, en cambio, sobre su capacidad para sobreponerse a la complacencia que provocan reiteradamente resultados como la derrota del Sevilla, que invita a seguir tumbado a la bartola. Existe la certeza, en cualquier caso, de que el Barça sólo recuperará el juego si se reencuentra con el gen competitivo que le llevó al trono. Ante tanta coquetería, se impone la determinación y la exigencia. Hay que ir a por los partidos en vez de gestionar el tiempo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.