Madrid patidifuso
Las insidias previas a la gran manifestación de ayer contra ETA son muestra evidente de que algo importante no funciona como debiera. Algunos personajes públicos han conseguido crispar la convivencia e incluso han logrado que los propios ecuatorianos, rotos de dolor, estén enfrentados, artificialmente, por culpa de la marcha contra ETA. La manifestación fue convocada por los dos sindicatos mayoritarios, federaciones de ecuatorianos en España y más de 500 organizaciones sociales. Madrid está patidifuso ("que se queda parado de asombro", según el diccionario). Muchos ciudadanos se echan las manos a la cabeza intentando comprender las razones por las que se ha pretendido boicotear el clamor unitario, aquí y en Bilbao. Sólo Batasuna y el PP parecen estar de acuerdo en esta sonrojante actitud. Tomen nota.
Si en el resto de España se comenta en los bares y oficinas lo mismo que en Madrid, da la impresión de que los populares (cierto sector de los populares) lo tienen oscuro con algunos de sus simpatizantes. Votantes demócratas de ese partido no dudan en manifestar su perplejidad, cosa a la que estaban acostumbrados desde lo de Irak. Hay una tertulia de tute y mus todos los días en cierta cantina de Chamartín donde los jugadores pertenecen a las más diversas tendencias políticas y culturales. Discuten como leones, pero en esta ocasión decidieron acudir todos ellos a la manifestación, al margen de sus respectivos partidos. Lo que no consiguieron los negociadores políticos lo consiguió la lógica, el decoro.
Uno de los jugadores de mus es naturalista dotado de exquisito sentido el humor. Analiza así la sorprendente declaración del señor Acebes ("la manifestación no es contra ETA sino contra el PP"): "Me duele el occipucio, pero ello no me impide declarar que Acebes viene de acebo, árbol silvestre de la familia de las aquifoliáceas, poblado todo el año de hojas verdes con espinas. Asimismo, de su corteza se extrae liga para cazar pájaros".
Hoy hace 130 años, el 14 de enero de 1877, Alexander Graham Bell construyó el primer teléfono. Todavía quedaba lejos el móvil, pero Bell se pone las pilas y envía este SMS: "¡Madrid, levántate, anda y no te dejes engañar!". Pásalo, Alexander, que estamos patidifusos.
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