Maravilloso Espanyol, decadente Barça
Los azulgrana se descuelgan de la clasificación después de perder ante un equipo blanquiazul muy superio
Vuelve a estremecerse Montjuïc, más resplandeciente que nunca ante un apagado Camp Nou. Rebosa salud el Espanyol frente a un anémico Barcelona, que se descuelga de la tabla, diezmado, falto de juego y de futbolistas, de carácter y de criterio, sometido a una tunda por el rival, que irrumpió en el derby con la gallardía de los viejos tiempos y se apuntó un exito después de penar 11 encuentros oficiales consecutivos. Los blanquiazules revolcaron a los azulgrana después de un ejercicio tan vigoroso como preciso. El entusiasmo espanyolista contrastó siempre con la depresión de los barcelonistas, desentrenados, poco competitivos, acostumbrados a resolver las jornadas a balón parado, sin esfuerzo.
Ronaldinho anda atrapado en una sucesión de calamidades no vividas desde 2003
Aventado por la hinchada, muy organizado y bien puesto, apretó los dientes el Espanyol nada más pisar la cancha y salió a la carrera para espantar los males que históricamente le achantaban cuando se enfrentaba al Barça. Fue la mejor manera para marcar la línea del partido, dignificar de una vez el derby y anunciar que se había terminado la bicoca para los azulgrana en Montjuïc. El partido sólo tuvo una dirección. Intimidaban los blanquiazules, apretados en defensa y directos en las transiciones ofensivas, muy concentrados en acabar siempre la jugada. Lo Pelat profundizó, Rufete abrió bien el campo por la banda derecha y Tamudo se dejó caer pícaramente a las bandas para atacar a los laterales y forzar la salida de uno de los centrales. Así llegó el gol a la media hora, cuando el capitán se cambió la pelota de pie ante Puyol y la puso para la llegada de Luis García, un agitador del área, un delantero de gatillo fácil. La zaga barcelonista se sintió reiteradamente exigida por la verticalidad del conjunto blanquiazul, que antes del descanso contó un par de remates más que no encontraron portería por muy poco.
Al Barcelona le llevó tiempo encontrar el hilo del juego ante el despliegue físico del adversario. A veces pareció que el encuentro iba a romper a su favor, sobre todo después de que Ronaldinho encontrara el punto débil del Espanyol en la marca de Velasco, y más cuando el brasileño remató al larguero un libre directo que encogió momentáneamente al Espanyol. Falsa impresión. Frente a las sacudidas del gaucho, no siempre bien interpretadas por los delanteros, el Espanyol marcaba el ritmo de la contienda. Negó los espacios al Barcelona, tapó la línea de pase a Xavi e Iniesta con una buena presión y desconectó a los delanteros azulgrana, muy insustanciales.
La determinación e intensidad blanquiazul contrastaban con el amaneramiento y la pausa azulgrana. Ausentes Deco, Eto'o y Messi, desequilibrantes en el uno contra uno, el Barça se excede en el pase y ataca sin malicia porque no remata. A veces resulta incluso un equipo empalagoso, excesivamente amable, fácil de defender para un equipo que junta las líneas y se cierra bien como era el Espanyol.
El Barça encontró un punto de inflexión al partido con la salida a escena de Saviola. El pibito fue una solución individual a los problemas del equipo, admitidos por Rijkaard cuando dio entrada a Motta por Gudjhonsen para ganar consistencia en la divisoria. Ante la confusión azulgrana, Saviola se trabajó un gol espléndido después de eliminar a tres contrarios y rematar de forma seca y ajustada al palo desde fuera el área.
La respuesta del Espanyol, sin embargo, fue instantánea, prueba evidente de su confianza en la victoria. Los jugadores leyeron tan bien el partido como su entrenador, que recurrió a Sergio Sánchez a cambio de un aturdido Velasco. Atacó bien el lateral del Espanyol y cedió el Barcelona por las bandas. El centro de Sergio Sánchez lo cabeceó en plancha Tamudo en el punto de penalti para certificar la jerarquía blanquiazul en el partido.
Quedó descolocado el Barça, expuesto al contragolpe del Espanyol, tan agresivo como lúcido. El gol de Rufete provocó la excitación de la hinchada, feliz por tumbar a un Barça que jugó mal y cambió peor, con Belletti de extremo y Ronaldinho extraviado, atrapado en una sucesión de calamidades que le remiten a una situación no vivida desde 2003. Había demasiada calma chicha en el Camp Nou y el Espanyol aprovechó la coyuntura para acabar con el viejo monólogo culé en el derby.
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