Beckham
Si el Barça es más que un club, David Beckham (DB) es más que un futbolista, y de ahí que el anuncio de que al final de temporada dejará el Madrid para irse al Los Angeles Galaxy (qué puntería), de California, haya conmocionado a otros planetas, además del futbolístico. Hasta una película lleva su nombre: Quiero ser como Beckham, cuyo título original podrá traducirse como Cúrvala como Beckham, en referencia a la parábola característica de sus centros.
Porque aunque DB no sea el mejor jugador del mundo, pocos le discutirían el título de mejor centrador del globo. Y ¿qué sería el fútbol sin centradores? También es uno de los mejores especialistas en lanzamientos de golpes francos, con los que ha anotado gran parte de los 104 goles que tiene acreditados en partidos oficiales desde que debutó en el Manchester United, hace 12 años y un mes.
DB es además una máquina de ganar y hacer ganar dinero. No sólo porque sea guapo y esté casado con una ex Spice Girls, sino porque es elegante jugando al fútbol, por lo que suele caer mejor a la grada (y a los compradores de camisetas) que a entrenadores italianos o italianizantes.
Se va a hacer las Américas a poco de cumplir los 32 años, que serán 37 cuando expire su contrato californiano: uno menos que los 38 de Pelé cuando dejó el Cosmos de Nueva York o Puskas cuando se fue del Madrid, y dos menos que Di Stéfano cuando colgó las botas. Y muchos menos que los 49 que contaba al retirarse sir Stanley Matthews, portador hasta los 42 de la camiseta con el número siete de la selección inglesa que acabaría heredando Beckham. Todo lo cual es una esperanza para frustrados aspirantes a futbolistas de mediana edad.
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