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Columna
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Fenómenos, tetas y tecnología

Con muy pocas horas de diferencia hacen su espectacular aparición dos fenómenos extraños, únicos, sorprendentes. Por su lado, Emilio Pérez Touriño presenta al mundo el nuevo pandemónium tecnológico en el que se va a sumergir Galicia en los próximos tiempos. Por el suyo, Ana María Ríos, la peluquera de Arcade, presenta al personal su cuerpo serrano en Interviú -¿convenientemente maquillado y photoshopizado?- tras su drama/luna de miel en Cancún con detonadores colados de estrangis en su maleta. ¿Casualidad? ¿Intervención paranormal?

La superstición de hoy es la ciencia del mañana (¡cousas veredes que faran falar ás pedras!), así que mejor nos vamos haciendo a la idea. Porque Galicia contará, en su día, con un Superordenador que se llamará Finis Terrae. A bote pronto, el nombre parece demasiado tajante para una ambición sin límites. Los romanos supieron hasta donde habían llegado: al fin de la tierra. Punto y final del universo conocido: non plus ultra y todo eso. Descubrieron las lampreas del Miño pero deshicieron su imperio en medio de grandes comilonas a base de tripas de uro fritas (¡con miel!), tal y como nos enseñaron Uderzo y Goscinny. Eso fue porque no podían llevarse el manjar antediluviano, congelado y empaquetado, hasta Roma. Lamprea aparte, el problema es que los romanos no contaban con el cero y, ¡ay!, sin ceros (y sus correspondientes unos; y su pelín de electricidad) no hay ordenadores, así que han tenido que pasar 2.000 años para llegar a la Galicia digital que sustituya los dedos de los legionarios haciendo la cuenta de la vieja. ¿Finis Terrae? Difícil será que nuestro HAL 9000 vea Júpiter o más allá.

Repetiremos la vieja predicción que un viejo amigo americano de Galicia, Mr. Joseph Hardy, de Kentucky y residente en Houston (Texas), hacía a propósito de una posible y gallega I+D+i (Investigación + Desarrollo + innovación: er... ¿por qué esta última con minúscula?). De origen irlandés (significativo), nuestro yanqui visionario afirmaba, años ha, que cualquier noción binaria para nuestro futuro digital era impensable. Un ordenador gallego no puede decir SÍ o NO, ni UNO o CERO, sino QUIZÁ o ¡¿Y LUEGO...?! Disponer de un Superordenador gallego equivale a desarrollar una tecnología cuántica que permita al pobre trasto encogerse de hombros, calcular el golpe de la ficha de dominó sobre el mármol o reírse con un chiste de Franco de efecto retroactivo. Nuestro audaz cibergobierno tendría que ponerse las pilas de fusión nuclear (aún no inventadas) para manejar, en diminutos circuitos, esas partículas, esos electrones, esos quarks que configuran nuestro inimitable cableado cerebral. Si lo conseguimos en lo que queda de legislatura, dominaremos el mundo, compatriotas.

La tecnología está al servicio del asombro y nuestro presidente se encasqueta las gafas de 3-D (un punto ridículas) para observar nuevos recorridos, entre virtuales y lights, por el fondo de nuestros mares. No hace falta. El milagro está servido en la portada de Interviú con las tetas de la peluquera de Arcade: las puertas del misterio están definitivamente abiertas (algo acertado/atropellado estuvo Boris Izaguirre sobre la etimología del topónimo). Y la Arcadia, el paraíso mítico, llega a los quioscos. Eso sí, la arcada, como conjunto de arcos, nunca hay que confundirla con el "movimiento violento y penoso del estómago que excita a vómito" (diccionario de la RAE). El onanismo felliniano (a la manera de la estanquera de Amarcord) se desata entre la juventud pelicorta de la capital mundial de la ostra y el marido de la peluquera. ¡Yuhm...!

Nos enseña la TVG que los fenómenos paranormales son muy normales en un país a las puertas (las arcadas) del pasado y del futuro: a veces, las patatas se apilan solas. Un grupo emblemático de la cultura popular gallega, Os Diplomáticos de Monte Alto, coincidió en su día con El Fary en los pasillos de Luar y el intercambio de piropos fue épico. Cuando los chicos le saludaban gritando "¡maestro!", el inefable icono del pseudoflamenco contestaba, feliz y sonriente, "¡fenómenos!". Por supuesto, maestro: unos fenómenos, pero poltergeist y de la ría.

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