Beckham, el 'galáxyco'
"Nunca nadie debería subestimar a David Beckham. El chico tiene huevos". Alex Ferguson, entrenador del Manchester United.
Uno de los placeres del periodismo deportivo, a diferencia de cualquier otro, es que uno tiene la absoluta libertad de escribir lo que quiere. Como nadie, a fin de cuentas, entiende nada, como los mejores entrenadores son incapaces siquiera de valorar si un jugador es bueno o malo, si sirve para su equipo o no sirve, todas las opiniones son válidas.
Alex Ferguson, el técnico más veterano y triunfador de la Liga inglesa, ha fichado un churro tras otro. Djemba Djemba, Miller, Bellion, Verón: todos iban a ser los salvadores del Manchester United; todos fracasaron estrepitosamente (también fracasó Forlán, pero llegó a España y -otro misterio-, fue pichichi). José Mourinho, que, tras su espectaculares éxitos con el Oporto y el Chelsea, parecía poseer el elixir de la verdad, está a punto de vender al delantero Wright-Phillips por, dicen, 14 millones de euros. Lo fichó hace 18 meses por 36. Y ni hablar, claro, de Shevchenko, que le costó 45 el verano pasado. Comparado con lo que ha hecho el ucraniano en el Chelsea, Anelka fue el mejor fichaje de la historia del Madrid.
Pero la prueba más contundente de que nadie sabe nada la ofrece Beckham. Ningún jugador ha sido más minuciosamente escrutado a lo largo de los últimos diez años que el inglés más famoso de la Tierra. ¡Pero todavía no se ha decidido si es bueno o malo! ¡Tanto en Inglaterra como en España, tanto entre los aficionados de los bares y los pubs como entre la Babel de opinadores mediáticos, el mundo futbolístico está absolutamente dividido!
Para Vanderlei Luxemburgo, Beckham era el jugador indispensable del Madrid. Para Fabio Capello, juega de titular sólo si hay cuatro lesionados. Para Ferguson, fue durante años una pieza clave del equipo; hasta que dejó de serlo. Para Arsène Wenger, el sabio del Arsenal, no es sólo un gran jugador, sino -y éstas fueron sus palabras hace sólo una semana- "un muy gran jugador" que debería volver ya a la selección inglesa. Para varios de los periodistas deportivos más eminentes de Inglaterra y España, es tan malo que, si no fuera tan guapo, habría pasado absolutamente inadvertido.
Esta semana, dicen, Beckham se reunirá con los directivos del Madrid para ver si renueva su contrato. Según cuentan en Inglaterra, tiene cantidad de alternativas. Han sonado al menos tres equipos ingleses en los últimos dos meses: el Newcastle, el Bolton, y el Tottenham. Muy dudoso que se vaya a uno de ellos. Newcastle es una ciudad fría, lluviosa, austera, gris, del noreste. Victoria Beckham ha perdonado a su esposo la amistad con la madrileña-holandesa Rebecca Loos; jamás le perdonaría llevarla a vivir a Newcastle. ¿Bolton? Más de lo mismo. Aunque Beckham, que siente mucho cariño por España, haría buenas migas con Iván Campo. El ex madridista, siendo vasco, es un hiperespañol. El único atractivo del Tottenham es que está en Londres. Pero bajar a Segunda sería demasiado humillante para el antiguo capitán de Inglaterra.
Por eso se habla mucho de la posibilidad de que Beckham se vaya al Inter de Milán, el club en el que los grandes futbolistas van a morir. Es mejor que cualquiera de las opciones inglesas. Victoria estaría a su aire en la capital de la fashion y él seguiría jugando a un buen nivel, absurdamente bien pagado. Pero quizá sea una opción demasiado previsible para un hombre que siente necesidad por diferenciarse de la manada. Por eso la alternativa americana es la que ha sonado con más insistencia en Inglaterra. Hace varios meses que se asocia a Beckham con Los Ángeles Galaxy, de la Liga de Estados Unidos. Se rumorea no sólo que podría prejubilarse allá, sino que podría estrenarse como macroinversor. La prensa californiana ha dicho que ha considerado la posibilidad de comprar el Galaxy a medias con el dueño norteamericano del Manchester, Malcolm Glazer.
Victoria estaría feliz viviendo en Beverly Hills. Él, también. Además, disfrutaría de la posibilidad de consolidar su amistad con Tom Cruise y de convertirse en una supercelebridad en la ciudad de las estrellas.
Su orgullo profesional y quizá el deseo de que sus hijos acaben el año escolar en Madrid serían los argumentos en contra y a favor de que permanezca hasta el fin de temporada en el Bernabéu. Pero entre seguir indefinidamente de suplente en el equipo más aburrido en el que ha jugado o conquistar Hollywood, en la opinión desvergonzadamente arbitraria de este columnista, la decisión no debería ser tan complicada.
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