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Tribuna:LA DESALACIÓN DEL AGUA
Tribuna
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Una solución acertada

En el mundo complejo en el que vivimos somos conscientes de que los problemas, y la escasez de agua es uno de ellos, no pueden resolverse mediante una sola actuación. Es necesaria una combinación y suma de iniciativas que haga posible aproximarse a una solución completa y que además tenga en cuenta todos los factores económicos y sociales posibles. La verdadera situación de partida es que en algunos lugares del planeta llueve en exceso y en otros no lo suficiente, y que adicionalmente la masa de agua en la Tierra ocupa las tres cuartas partes de su superficie. Estos conceptos tan elementales son la base de un razonamiento que esperamos nos permita arrojar un poco de luz sobre un problema como la escasez de agua en España, con una orientación eminentemente estratégica.

En algunas zonas de la geografía española el agua no cae del cielo; tampoco existen recursos suficientemente abundantes a distancias razonables de los puntos de consumo; y, por añadidura, estas regiones poseen un clima que permite una producción agrícola y de servicios de alto nivel de calidad y valor añadido. Hablamos en definitiva del arco mediterráneo, que acumula todas estas circunstancias y además una acumulación creciente de población y actividad económica.

Puesto que la solución a un problema casi nunca tiene un solo componente, como hemos dicho anteriormente, sí en ocasiones cuenta con uno mayoritario. Analizando la problemática expuesta se debe encontrar una solución flexible, sin interdependencias, con costes razonables y que genere ese producto básico para el desarrollo de una forma sostenible. En estas condiciones, parece razonable pensar que las fábricas de agua son un elemento imprescindible en la planificación hidrológica, sin minusvalorar la reutilización, la optimización de los usos del agua y ciertas actuaciones en los sistemas de distribución.

En primer lugar, y desde el punto de vista de la calidad del producto, está demostrado en los más de 35 años que la desalación viene desarrollándose en España que la calidad del agua desalada del mar es desde todos los puntos de vista (legal, características organolépticas y composición) de la máxima calidad, incluso mejor que la disponible en algunos ríos y acuíferos de los que ahora mismo tomamos agua para consumo humano. Considerando además la madurez de la tecnología en España, ampliamente demostrada por las compañías especializadas en el diseño y fabricación de componentes, hacen esta técnica muy recomendable.

En segundo lugar, y analizando de forma global una planta desaladora, encontramos cuatro flujos de gran importancia que requieren un breve análisis: se trata del agua de aporte, la energía eléctrica, el agua producto y el concentrado salino. Los cuatro conforman los flujos de entrada y salida de una instalación de desalación. En lo que se refiere al agua de aporte, si es de mar es prácticamente ilimitada, de características químicas estables y muy próxima geográficamente a las zonas con déficit. Si nos fijamos en el segundo flujo, la energía eléctrica, los mínimos costes de desalación actuales permiten un uso muy eficiente de la energía eléctrica impensable hace unas décadas. Por lo que se refiere al agua producto es de gran calidad, se produce cerca de los centros de consumo con plantas de elevada capacidad, es susceptible de reutilización con costes añadidos bajos y constituye un aporte adicional a la cuenca en que se produce. Finalmente, la corriente de agua concentrada que contiene las sales es, tan sólo, agua de mar concentrada algo menos de dos veces sin ningún elemento nocivo. Se sabe y así se ha demostrado, no sólo por los modelos matemáticos que se manejan, sino por las medidas de control ambiental que se siguen en las plantas en funcionamiento, que la dilución de esta corriente es rápida y eficaz, no produciendo efectos apreciables en las zonas próximas al sistema de dilución. Como resumen de esta segunda vertiente analizada, podemos decir que la desalación es asimilable por sus efectos a una lluvia localizada en lugares secos, procedente del mar aunque no por evaporación natural, y que deja en aquel las mismas sales que contiene.

Un tercer aspecto del problema es la importancia de esta tecnología dentro de la planificación. Dado que la producción de agua desalada no depende del clima y genera un recurso flexible y de calidad, resulta ser un proceso recomendable para la gestión de sequías. Adicionalmente, permite mantener un nivel constante en la producción agrícola y de servicios, liberando caudales para éstos u otros usos, y contribuyendo a consolidar desde un punto de vista socioeconómico los territorios. Cabe añadir, por último, que en el entorno mediterráneo y de Oriente Medio, donde existen algunos países con problemas aún más acuciantes de escasez de agua, se están desarrollando programas muy ambiciosos de desalación que están obteniendo un rendimiento económico y social muy importante.

Sin embargo, también podemos preguntarnos si ésta es la mejor solución o la única para resolver un problema de escasez de agua en general y del arco mediterráneo en particular, y entonces hay que profundizar un poco más en el tema.

En otro momento reciente se tomó la decisión política de utilizar el trasvase del Ebro como fuente única para resolver los problemas de escasez de agua de las cuencas del Sureste y Sur de España. Y la pregunta en ese caso debió ser la misma: ¿es ésta la única solución? Un análisis pormenorizado del problema del agua en España nos lleva a concluir que tanto la desalación como el trasvase pueden ser medidas complementarias, que nos acerquen a la resolución del problema del abastecimiento de agua, atendiendo la demanda social con el menor coste económico posible.

Cuando hablamos de solidaridad entre regiones debe considerarse al conjunto del Estado español y no sólo a aquéllas que están en condiciones de ceder agua y a las necesitadas de ella, porque, en definitiva, todas las obras que se acometan necesitarán de una importante aportación del Estado, que tendrá que detraerla de otras partidas que beneficiarían a otras regiones o colectivos. El verdadero significado de la palabra solidaridad en este contexto es que todas las regiones que tienen necesidad de agua puedan acceder a ella a un coste razonable, pero teniendo en cuenta que los costes de llevar el agua del Ebro a Barcelona o Valencia no son los mismos que los de llevarla hasta Almería. De la misma forma, si el coste del agua desalada en Almería es inferior al de conseguir el agua mediante otro sistema o infraestructura, se debe actuar en consecuencia. En definitiva, que el acceso al agua debe hacerse con el menor coste para todos los españoles, aplicando en cada caso la solución óptima desde el punto de vista económico y tecnológico.

José Antonio Medina es presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR) y Manuel Rubio Visiers, vicepresidente.

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