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"Mi hermano no es un angelito, pero tampoco es un salvaje"

Una familiar de Bernuy dice que los vecinos tomaron fotos del asalto

La hermana de Javier Bernuy, el hombre al que los vecinos de Villaconejos acusan de amedrentarles, niega todas las acusaciones. "No es un angelito, pero tampoco un salvaje ni un animal", asegura esta mujer, de 28 años. Niega que su hermano acudiese a los comercios con una pistola o una navaja y que diese palizas a la gente. Denuncia que hubo gente de la turba del domingo que era asidua de su casa y que algunos tomaron fotos.

"No es cierto que llegase a las tiendas y a los bares con una pistola, se llevase y tomase lo que quisiera y no pagase nada". La hermana de Javier Bernuy, de 35 años, el hombre que según los vecinos de Villaconejos les atemoriza desde hace años, niega todas las imputaciones que se hacen contra su hermano. "Él no es un angelito, pero tampoco un salvaje ni un animal", sentencia. Según señala, trabaja en la construcción, motivo por el que salió de la cárcel a primeros de diciembre. Niega que tenga una banda, que robe, dé palizas y que haya atropellado con su vehículo a la gente del pueblo.

Se pregunta por el motivo por el que no tiene denuncias "si tan malo ha sido" y no acepta como plausible la explicación de que se retirasen por miedo a las agresiones, como han explicado algunos ciudadanos del pueblo.

La mujer confirma que su hermano cumplía condena de tres años por un delito de homicidio en grado de tentativa. "Ha sido la única vez que ha pasado por la cárcel". Ahora, está interno en la cárcel de Soto del Real, y, según dice, aún no han dejado a los familiares visitarle. "Está fastidiado, porque allí se ha enterado de lo que publican los periódicos". La hermana de Bernuy presenció el domingo cómo la turba quemaba la casa de su hermano. "Yo estaba mezclado entre ellos, ya que a mí no me conocen. Había algunos que hacían fotos del asalto y el fuego con los teléfonos como si fuese el Windsor".

Después de analizar todo, dice que puede entender que el pueblo esté harto de su hermano, "pero no hasta el punto que quemen una casa con una mujer embarazada cuando sabían que el día anterior ya habían detenido a mi hermano". En el momento del asalto, en la casa se encontraba la mujer de Bernuy, que estaba en estado de cuatro meses, su suegro, de 69 años; su suegra de 73 y la hermana de ésta de 78.

Una de las cosas que no logra entender es que, según dice, "muchos de los que participaron en la quema de la casa habían estado allí meses antes celebrando el cumpleaños de mis sobrinos. Mi hermano tenía la puerta abierta de par en par", asegura. Es más, dice que contaba con amigos en el pueblo e, incluso, entre los dueños de los bares.

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Respecto a su cuñada dice que no le han dejado nada. "Después de quemarle la casa, le han robado todo lo que se podía rescatar. No le ha quedado ni una triste braga", dice con tono de indignación. "No tiene dinero ni ropa. Los libros del colegio de los niños se han quemado al igual que los regalos de Reyes. El pueblo tendría que pagárselos. ¿Qué culpa tienen las criaturas de todo lo ocurrido?", sostiene con amargura.

Crueldad

Denuncia que el grado de crueldad que se ha ejercido con ellos es tal que a su cuñada le dijeron que "había que darle una patada en el vientre para que no tuviese el niño". Ahora, la mujer de Bernuy y sus tres hijos, de 7, 11 y 14 años, tienen una vida itinerante. "Cada día duermen en la casa de un familiar diferente". De su futuro, no se pronuncia porque no sabe nada.

Esta mujer afirma que los vecinos pegaron primero a su sobrino y que cuando su hermano fue a defenderle dos personas del pueblo le dieron una paliza "descomunal" en un bar. Asevera que la gente del pueblo tiene a su sobrino amenazado. Su madre "está hecha polvo" por todo lo que se ha dado a conocer.

Por su parte, el alcalde de Villaconejos, Lope Benavente de Blas (PSOE), mantiene que la Guardia Civil le ha confirmado que se han presentado tres denuncias con "validez jurídica" de gente de Villaconejos, cuatro de Chinchón, una de un vecino de Valdemoro, otra de uno de Morata de Tajuña y, finalmente, una más de un ciudadano de Colmenar de Oreja.

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