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Reportaje:

De la esperanza a la frustración

Gesto por la Paz vuelve a sus concentraciones silenciosas tras haberse planteado su disolución

En la tarde del miércoles, poco después de enterarse de que los equipos de rescate habían localizado el cuerpo sin vida del ecuatoriano Carlos Alonso Palate bajo los escombros del aparcamiento de Barajas, Fabián Laespada, miembro de la Coordinadora Gesto por la Paz, profesor de euskera, de 44 años, volvió a coger los carteles y el rollo de celo para difundir por su pueblo, en el valle alavés de Zuia, la convocatoria de concentración silenciosa de repulsa por una víctima más de la violencia terrorista. Empezaron a hacerlo hace más de 20 años pequeños grupos, gente vinculada a parroquias y cristianos de base, para denunciar con su silencio cada vida que se perdía, la de los asesinados por ETA y la de los que morían al explotarles la bomba que manipulaban. Desde mayo de 2003, cuando ETA asesinó a dos policías en la localidad navarra de Sangüesa, las pancartas de Gesto por la paz y las concentraciones no habían vuelto a las plazas del País Vasco, hasta que ayer se vieron obligados a volver a la vieja disciplina de los avisos, los carteles, y la reunión de la protesta en silencio, en la mayoría de los casos, al caer la tarde.

"Hay que seguir en la calle hasta conseguir una sociedad vasca pacificada y más libre"

"Teníamos esperanza, sobre todo después de la declaración de alto el fuego permanente de marzo, pero no confianza en que ya no iban a ser necesarias las concentraciones silenciosas", recordaba ayer Laespada. El peor síntoma se repetía en las últimas semanas: "Los portavoces de la izquierda abertzale, rodeados de micrófonos, decían que iba mal". La esperanza se evaporó con el atentado de ETA en el aparcamiento de Barajas. Y con ella llegó la desilusión y se cerró el debate sobre la posibilidad de disolver la coordinadora pacifista en ausencia de terrorismo.

Los más veteranos creen que no flaquearán las fuerzas entre los militantes pacifistas por la frustración del fin del proceso de paz. "Aunque el hastío es triple y el agotamiento, mayor, el convencimiento que tenemos de que hay que seguir es más fuerte", aseguró Laespada. Jesús Herrero, con 20 años de pertenencia a Gesto, cree que el moviento pacifista es un reflejo de la sociedad. "Cada día que pasaba asumíamos que era más improbable que volviera a haber víctimas. Y aunque el optimismo inicial se había enfriado, en nuestro interior no aceptábamos que podía haber de nuevo víctimas mortales, que pudiera haber una vuelta atrás", recordaba ayer.

Desde su tímido comienzo, las protestas calladas de Gesto perseveraron durante años. Al principio, como bichos raros en medio de la indiferencia, en el mejor de los casos, o entre insultos muchas veces. Pero su presencia se fue extendiendo como una mancha de aceite por todo el País Vasco y Navarra, hasta llegar a convocar cerca de centenar y medio de concentraciones y conseguir arrastrar a ellas a miles de personas. La movilización social contra ETA creció y el reconocimiento a la labor de concienciación desarrollada por Gesto por la Paz, también. En 1993, en medio de la agitación de las protestas por el secuestro de Julio Iglesias Zamora, les fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

Jon Alonso, estudiante de Derecho de 19 años, no conoció aquellos años de apogeo de la labor de Gesto por la paz. Convencido de que era el mometo de "canalizar la ilusión de acabar con la violencia y construir un futuro de reconcialiación", se unió al movimiento hace unos meses. Hasta ahora había vivido el trabajo de apoyo a las víctimas del terrorismo, el terreno en el que los pacifistas habían concretrado sus esfuerzos en los años sin atentados de ETA. Ayer asistió a su primera concentración por una víctima mortal como miembro de Gesto por la paz. Las dos victimas del atentado de Madrid acabaron con su ilusión "Teníamos la esperanza de que [el proceso] iba en serio y ahora vemos que se ha frustrado", se lamentaba. "Estoy desilusionado, muy desilusionado".

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Los recién llegados coinciden con los que llevan muchos años en primera fila de Gesto: las concentraciones silenciosas seguirán para exigir a ETA que el terrorismo acabe. "Ahora toca defender lo de siempre: deslegitimar la violencia y estar con las víctimas", subraya Alonso. "Hay que seguir en la calle", apunta Laespada, "hasta conseguir una sociedad vasca pacificada, plural, más libre y en convivencia".

Protesta sin palabras

A través del correo electrónico y de la llamada de amigos los habituales de las concentraciones silenciosas de Gesto por la paz para mostrar la repulsa por las muertes violentas, cerca de 150 repartidas por toda la geografía del País Vasco y Navarra, se enteraron de que no saldrían a la calle hasta 24 horas después de que se encontraran los cuerpos sin vida de las dos personas desaparecidas en el atentado del pasado sábado contra el aparcamiento del aeropuerto de Barajas. Ayer, a las 19.30, una treintena de personas rodearon la pancarta que puntualmente desplegó en la Plaza Circular, en el corazón de Bilbao, un militante de la coordinadora pacifista en la que se leía en euskera y castellano ¿Por qué no la paz? Han matado a una persona.

En medio del trajín de las compras de Reyes, la concentración era una isla de silencio. Poco a poco se fue incorporando más gente: mujeres maduras, jóvenes y alguna pareja con niños. A las 19.45 la concentración formaba un círculo de un centenar de personas.

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