Excarcelada una pacifista israelí acusada de colaborar con milicianos de Al Fatah
"No me arrepiento de nada. No he cometido ningún delito contra la seguridad de mi país, al que amo. Ahora que vuelvo a ser libre, continuaré mi lucha contra la ocupación". Éstas fueron las primeras palabras de la israelí Tali Fahima, al salir de la cárcel de Ramle, cerca de Tel Aviv. El servicio penitenciario decidió ayer reducir en un tercio la pena de tres años de prisión de Fahima, condenada el año pasado por "colaborar con un grupo terrorista y pasar información al enemigo", en referencia a su amigo y líder de las milicias armadas de Al Fatah en Yenín, Zacaría Zubeidi. Gracias a "su buena conducta en la cárcel", la joven, de 29 años, ha recuperado la libertad, pero con limitaciones, y durante el próximo año no podrá viajar al extranjero ni a los territorios palestinos.
En 2004, Fahima fue detenida tras violar una prohibición militar israelí y reunirse con Zubeidi y otros milicianos de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa en Yenín. En ese momento afirmó estar "dispuesta a servir de escudo humano" para evitar la muerte de Zubeidi, perseguido por Israel, que lo acusa de "cometer atentados terroristas". Ayer, tras 877 días de prisión, Fahima dejó clara su postura: "Ha valido la pena pagar este precio para defender mis ideales. El sistema penitenciario y los servicios secretos (Shin Beit) están muy podridos". Y añadió: "No me encontraré con Zubeidi porque lo tengo prohibido, pero seguiré luchando para mejorar las condiciones de los presos palestinos". El propio Zubeidi -que, según muchos, en Yenín y Tel Aviv mantuvo una relación sentimental con Fahima- aplaudió su liberación: "Es una gran noticia para mí y para los palestinos. Ella fue condenada porque en Israel no quieren escuchar lo que ha visto y dicho, que vivimos bajo la ocupación".
Fahima fue recibida como una heroína por decenas de pacifistas israelíes y europeos que se dieron cita ayer en Ramle. "Ha sufrido una persecución política y ha sido castigada por mantener contactos humanos y políticos con los habitantes del campo de refugiados de Yenín", decía ayer Adi Dagan, portavoz del grupo Coalición de Mujeres a Favor de la Paz.
Su madre, boicoteada por muchos vecinos de la ciudad natal Kiriat Gat, expresaba su alegría: "Es un día muy emocionante. Somos una democracia que debe respetar a quien piensa diferente". Fahima es vista por gran parte de la opinión pública israelí como "una traidora" o, en el mejor de los casos, como "una mujer rara". Ayer, las web locales estaban desbordadas de reacciones airadas. Sus detractores se encuentran incluso entre sus familiares. Su padre la ignora y su abuela Esther no quiere saber nada de su polémica nieta: "La veo en televisión y no me interesa. Ya es mayorcita para saber lo que hace".
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