El atentado sin un aviso previo de ruptura por parte de ETA causa desconcierto en Batasuna
El entorno 'abertzale' cree que la banda quería advertir sobre el bloqueo del proceso
El hecho de que ETA cometiera el atentado contra la terminal de Barajas sin anunciar previamente que ponía fin al alto el fuego de marzo no sólo ha sorprendido al Gobierno y a los partidos democráticos, sino que también ha creado desconcierto en el seno de Batasuna.
El portavoz de la formación ilegalizada, en su comparecencia del mismo día 30 sostuvo que el estallido de la furgoneta bomba no suponía la defunción del proceso, pese a los dos desaparecidos y los destrozos causados, y a pesar, también, de los diagnósticos agónicos que sobre su estado de salud estaba emitiendo el movimiento abertzale hasta la víspera.
Otegi se esforzó en su comparecencia del pasado 30 de diciembre en afirmar que el proceso "no está roto" y que Batasuna está empeñada en "estabilizarlo". A ese dato -la ausencia de un comunicado previo que oficializase la conclusión de la tregua, como ocurrió en las anteriores de Argel (1989) y Lizarra (1999)- se aferran algunos sectores de la izquierda abertzale para sostener que el objetivo de ETA con el atentado no era romper el proceso de diálogo iniciado con el Gobierno, sino empujarle a éste a que mueva pieza en el tablero. La tesis de que, desde la perspectiva de la organización terrorista, la colocación de la furgoneta bomba no supondría una quiebra material y formal del proceso de paz es compartida también por políticos nacionalistas que, sin embargo, rechazan frontalmente la postura de ETA. "Su lógica no tiene mucho que ver con la del resto de los mortales", apunta un antiguo militante de la desaparecida ETA Político Militar, subrayando el intento de la organización terrorista de colocarse en el mismo plano de legitimidad que un Gobierno elegido democráticamente y respaldado por la mayoría del Congreso de los Diputados y del Parlamento Europeo.
Desde su torcido punto de vista, la muerte de dos personas es un trágico accidente
La investigación no arrojó ni un solo indicio de una escisión en la banda terrorista
Desde su torcido punto de vista, el atentado sería un paso más en las advertencias sobre la crisis del proceso oficializadas con su comunicado del 18 de agosto. En este contexto, la muerte de las dos personas que está desaparecidas supondría un trágico accidente asociado al aviso, que lamentará en un futuro comunicado y de cuya responsabilidad se autoexonerará con la excusa de que ya avisó con tiempo de la colocación de la furgoneta.
"Esta gente", añade, "puede pensar perfectamente que, del mismo modo que, a su juicio, el Gobierno no está cumpliendo su parte al no detener los procesos contra la izquierda abertzale, tampoco pasa nada porque ellos también lo hagan robando 350 pistolas o destrozando el aparcamiento de un aeropuerto". En su opinión, a lo largo de estos meses ETA y su entorno político han ido elevando el nivel de presión con violencia sobre el proceso, sin darse cuenta de las estrictas limitaciones a las que está sometido un Gobierno democrático. El ejemplo de los espectaculares atentados del IRA en Londres de 1993 y 1996, que no interrumpieron la dinámica de negociación abierta por el Gobierno conservador de John Major, ha podido pesar en la dirección de ETA al decidir atacar la nueva terminal del aeropuerto de Barajas.
Sin embargo, ni ETA es el IRA, ni el conflicto norirlandés puede equipararse a la situación del País Vasco, ni es comparable la posición del Gobierno de Rodríguez Zapatero con los de Major y Tony Blair, al estar constreñido por el marcaje del principal partido de la oposición y por la resolución del Congreso de mayo de 2005 que vincula el intento de buscar una salida dialogada a la "voluntad inequívoca de la banda" de abandonar la violencia.
El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, apeló el pasado 30 de diciembre en su conferencia de prensa a la irracionalidad de los asesinos terroristas para buscar una explicación al brutal atentado en pleno periodo de alto el fuego permanente sin que ETA hubiera dado señales de que esa tregua estaba rota. El ministro admitió que sus servicios de información no tenían ningún dato que presumiera la inminencia de un atentado después de la primera reunión formal entre una representación del Gobierno y los terroristas donde no se registró ningún avance relevante, pero tampoco, aparentemente, ningún retroceso.
En las horas posteriores al atentado, los expertos en la lucha antiterrorista y en el entorno del presidente del Gobierno se barajó la posibilidad de que el atentado fuera obra de una escisión en la cúpula terrorista.
Pero la investigación no arrojó ni un sólo indicio de que el coche bomba colocado en Barajas, con una cantidad de explosivo que ETA no utilizaba desde hace muchos años, tuviera relación con una escisión en la banda terrorista.
Ese desconcierto del Gobierno central respecto a un atentado sin ruptura previa de la tregua dio paso a una actitud de dureza en relación a un proceso para el fin dialogado de la violencia etarra que, a partir de ese momento, el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero dio por terminado.
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