"Las visitas de Mas y Montilla a Montserrat me recuerdan las de Franco"
Detrás de su afabilidad y erudición, el historiador y monje de Montserrat Hilari Raguer (Madrid, 1928) esconde un hombre de convicciones de granito que no teme expresar sus opiniones. En su último libro, Réquiem por la cristiandad (Península), se mete en la cocina del Concilio Vaticano II (1962-1965), analiza sus tensiones y su influencia en el franquismo.
Pregunta. ¿Se puede decir algo nuevo sobre el Concilio Vaticano II?
Respuesta. Ahora ya sólo se hablaba de los documentos, de papeles sin vida, pero es importante revivirlo, reconstruir su ambiente y su espíritu, ver el entusiasmo que despertó y también la oposición que dejó cortos los textos resultantes respecto a las esperanzas de los impulsores de la renovación. Además de los 31 volúmenes de las actas, he recurrido a memorias publicadas o inéditas de los protagonistas, correspondencia privada y anécdotas.
"La Iglesia española debería pedir perdón por su apoyo al franquismo. El Vaticano tuvo una actitud más reticente ante la Guerra Civil"
"La COPE nos reafirma en nuestra visión. El catalanismo se alimenta de 'galinsogadas'. Si no nos persiguen parece que la cosa se duerme"
P. ¿Hubo mucho juego subterráneo?
R. Se detectan luchas ideológicas y tensiones muy fuertes, como en todos los concilios. También alguna maniobra sucia. Pero nada comparable a los grandes concilios ecuménicos de los siglos IV y V, donde hubo incluso muertos. Las monjas iban con bastones y atentaban contra quienes no admitían los grandes dogmas de la Virgen María. No puede ocultarse que también hubo tensiones fuertes entre san Pedro y san Pablo.
P. ¿La reforma del concilio puso realmente en aprietos al franquismo?
R. Franco consideró que la Iglesia le había traicionado. En los orígenes del franquismo, la religión era un pilar del régimen. En el último decenio, a partir del Vaticano II, la religión es un elemento disolvente del régimen. No logra tumbarlo, pero actúa en su contra.
P. Pero la mayoría de los obispos apoyaban a Franco.
R. El arzobispo Tarancón dice en sus memorias que se convirtió al concilio, otros quizá no, pero si veían que de Roma soplaban otros aires, los seguían. Pero es sobre todo en el bajo clero y en los laicos militantes de los movimientos católicos donde se encuentra la discrepancia. Una manifestación de curas, en 1965, recorrió Barcelona para demostrar que la iglesia no estaba en bloque identificada con el régimen y fue reprimida a golpes de porra por la policía. Incluso surgió un sorprendente anticlericalismo de derechas. Algunos eran sancionados. En la revista Vida Nueva se publicó la caricatura de un cura que decía: "Carísimos hermanos, y lo digo por la multa que me van a poner".
P. El título de su libro, Réquiem por la cristiandad, tiene tintes apocalípticos.
R. No significa el fin del cristianismo sino un retorno al cristianismo auténtico según el evangelio. El concilio puso fin a la asociación entre la Iglesia y el imperio, y consagró la libertad religiosa. Era el fin de la cristiandad en el sentido del nacional-catolicismo. Hay una anécdota reveladora. En un coloquio un hombre me contó que cuando hizo la mili en los años sesenta, cuando le preguntaron la religión contestó que ninguna. El suboficial, para evitarle problemas, le dijo que pondrían C.A.R. -las siglas habituales de católica, apostólica y romana-, pero diciéndole que significaban Carece de Actividades Religiosas. Todavía hoy sufrimos reacciones hostiles que nos pasan factura de los tiempos en los que la religión se imponía. Sólo hay que ver algunas caricaturas obscenas de Jesucristo que salen en El Jueves. También hacen alusiones a Mahoma, pero van con más cuidado. Deberían respetarnos más.
P. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica reclama que la Iglesia pida perdón por su adhesión al franquismo.
R. Estoy de acuerdo. Lo he escrito y lo he dicho públicamente. La Iglesia española debería pedir perdón por su apoyo al franquismo. Los documentos del archivo secreto Vaticano que se acaba de abrir confirman que hay una gran diferencia entre la actitud del episcopado español y la del Vaticano. Los obispos españoles no entran en la conspiración, pero cuando estalla la sublevación se adhieren con entusiasmo. El Vaticano tuvo una actitud más distante y reticente. Ningún papa osó calificar de cruzada la Guerra Civil. Pío XI tardó dos años en reconocer plenamente al Gobierno. La documentación reservada revela tensiones gravísimas que casi llegan a la ruptura de relaciones entre Franco y el Vaticano durante la guerra y en la primera posguerra. Y eso que Franco se presentaba como bendecido por el papa. Al Vaticano llegaron noticias de la represión en la zona franquista, sobre todo del fusilamiento de curas vascos. El Papa dijo al representante del dictador que en la España de Franco se fusilaban sacerdotes igual que en la zona republicana. Además, hay que recordar que durante toda la guerra el papa dijo que quería ser padre de todos los españoles.
P. Nuevos datos apuntan a que los anarquistas que mataron curas e incendiaron iglesias no eran tan incontrolados como se suponía hasta ahora.
R. No sé hasta qué punto puede hablarse de controlados o incontrolados. Pero lo que de ninguna manera puede decirse es que los incendios y los asesinatos fueran ordenados por Lluís Companys, como se ha llegado a insinuar. Companys se encontró con una mezcla de delincuentes comunes y anarquistas armados que mandaban en las calles. A escondidas, salvó a muchos de sus enemigos políticos. Ciertos grupos anarquistas ordenaban ejecuciones, pero la Generalitat hizo todo lo que pudo para limitarlas e ir tomando el control.
P. ¿Cree que el obispo de Barcelona, Manuel Irurita, convertido en mártir por el franquismo, fue fusilado realmente por los anarquistas?
R. Estoy absolutamente convencido de que al obispo Irurita no lo mataron el diciembre de 1936. Fue visto en Barcelona después de la entrada de las tropas de Franco. No sabemos ni dónde ni cuándo murió.
P. ¿Cuál es el papel de Montserrat en la Cataluña de hoy?
R. Ahora ya no tenemos la función de suplencia, como cuando acogíamos reuniones sabiendo que la policía no se atrevería a entrar o publicábamos revistas que fuera serían prohibidas, como Serra d'Or. Tenemos una importante función cultural, pero es diferente. Se publican muchas tesis y obras de historia.
P. Pero todavía es un símbolo al que acudieron los candidatos a la presidencia de la Generalitat.
R. Las visitas de Artur Mas y José Montilla a Montserrat me recuerdan las de Franco. Evidentemente, Montserrat tiene un simbolismo. En el caso de Montilla, fue una profesión de catalanidad.
P. ¿Cree que la COPE hace daño a la Iglesia catalana?
R. Nos reafirma en nuestra visión. El catalanismo se alimenta de galinsogadas. Si no nos persiguen parece que la cosa se duerme. Pero desorienta y desinforma a los católicos españoles, y ahí sí que nos hace daño.
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