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Reportaje:

La Casa Blanca renueva la Sala de Crisis

El recinto inexpugnable para situaciones de emergencia ha sido remodelado con tecnologías punteras

En la sala más protegida del mundo, el recinto inexpugnable bajo la Casa Blanca en el que se han tomado algunas de las decisiones más trascendentes de la historia contemporánea, un intrincado sistema de telecomunicaciones codificadas permite el flujo secreto de información que desemboca en un último eslabón de sofisticación tecnológica, un ingenio electrónico del que depende en situación de crisis la comunicación con el presidente de Estados Unidos: un fax.

La Situation Room (Sala de Crisis), la sala de reuniones construida baja el Ala Oeste de la Casa Blanca, ha sido remodelada en los últimos meses para rejuvenecer el aspecto y la tecnología. Quienes han visitado la sala tal y como estaba han formulado comparaciones pintorescas: a unos les recordaba al centro de control del Superagente 86 y otros se sentían inmediatamente trasladados a los bajos de una discoteca de los años setenta.

Habrá comunicación abierta con el Air Force One para evitar el aislamiento del presidente

Ésa era la Situation Room que el presidente George W. Bush usó por última vez en julio pasado. Cuando vuelva de las vacaciones en su rancho de Tejas, Bush va a estrenar una dependencia remodelada y, sobre todo, actualizada con tecnologías auténticamente punteras. El fax desaparece, junto con las máquinas de escribir, los aparatos de televisión antiguos y los teléfonos rotatorios. También se elimina un elemento que a pesar de su evidente utilidad restaba solemnidad a la sala: una cocinita.

"La sala no se parecía en nada a como sale en las películas", dice Phil Lago, un miembro del Consejo de Seguridad que ha supervisado las obras. Sobre la mesa no había ni un ordenador ni un enchufe para conectarlo. Para que el presidente pudiera mantener videoconferencias estables los técnicos se veían obligados a rezar, un sistema que no siempre daba resultados. Dicen que Bush explotaba con ira cuando se le cortaba la señal.

La nueva sala tiene múltiples pantallas de plasma de 50 pulgadas para buscar armas de destrucción masiva en alta definición. El sistema de comunicación por videoconferencia es ahora instantáneo. Y de confidencialidad garantizada. Habrá incluso una línea permanentemente abierta con una sala de comunicación en el interior del Air Force One, el avión presidencial, para evitar que se repita el aislamiento presidencial ocurrido durante las primeras horas de los atentados terroristas del 11-S.

Las paredes pierden la madera de caoba, que generaba un problema de eco incómodo, pero soportable a cambio del distinguido aspecto notarial que proporcionaba. Ahora habrá paneles de materiales que garantizan la absorción acústica para que los secretos de Estado queden como tales y los reunidos no tengan que gritar para poder oírse.

Las ventanas en torno a la sala serán finalmente de película: los cristales transparentes se convierten en espejos opacos con sólo pulsar un interruptor. Hay cámaras de vídeo y micrófonos repartidos por todo el recinto, y el centro secreto de control que está en torno a la sala contará por fin con sistemas informáticos que permitan algo más que navegar por Internet. "Lo hemos tirado todo y lo hemos construido todo nuevo", dice el subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Joe Hagin. No se ha desvelado el presupuesto de las obras, pero se garantiza que los nuevos sistemas son fácilmente actualizables a tecnologías futuras.

El presidente John F. Kennedy convirtió la Situation Room en el centro de control del poder durante la crisis de los misiles con Cuba. En esa sala se han buscado objetivos militares en Vietnam, opciones contra la Unión Soviética, soluciones para la crisis de Bosnia y armas de destrucción masiva en Irak. Para muchos historiadores, es una sala de fracasos más que de aciertos, y era hasta ahora una sala "incómoda, fea y agobiante", según descripción del antiguo secretario de Estado Henry Kissinger.

Uno de los sistemas más sofisticados en el nuevo diseño de la sala procede de la obsesión maniática que el presidente George W. Bush expresa en contra de los teléfonos móviles: hay sistemas de detección para que nadie pueda entrar en la sala con un móvil encendido. Y si alguien lo enciende, saltarán las alarmas.

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