Faja mágica
Hay quien a los espacios publicitarios les llama pausas y quien les llama bloques. En estos días parecen más bloques que pausas, por lo que tienen de contundente sucesión de mensajes complementarios. Conviven, en un mismo bloque, anuncios de turrón y otros tan fascinantes como el de una faja anticelulítica. Se trata de una máquina vibratoria provista de una faja con rodillos que uno debe situar en las zonas menos agraciadas de su anatomía para reducir los acúmulos de grasa y lo que, con un perverso sentido de la prosa, la voz en off describe como "odioso efecto piel de naranja en glúteos y muslos". Las modelos elegidas para el anuncio ponen a disposición de esta campaña sus cuerpos serranos, siguiendo la engañosa tradición de que los modelos de maquinillas de afeitar ya estén afeitados y las modelos de clínicas de cirugía estética no necesiten operarse. En televisión, como en la vida, lo importante es aparentar. Si en lugar de las jóvenes chicas en biquini la empresa de fajas anticelulíticas me hubiera elegido a mí como imagen corporativa, no venderían ni una máquina y se deprimirían al comprobar hasta qué punto el odioso efecto piel de naranja en glúteos y muslos es, para algunos, un mal menor. La faja tiene, entre otras virtudes, la de ser tonificante y relajante, y existe una variedad diseñada "para aquellas zonas que normalmente dejamos desatendidas". Pero ¿qué ocurre cuando lo desatendido no es sólo una zona, sino todo el ser vivo en general? El mágico tembleque de la máquina ha sido debidamente escenificado, de modo que, al final del anuncio, uno se siente más tonificado y relajado. Aunque lo más fascinante es una de las afirmaciones del spot, según la cual el invento es tan silencioso "que incluso puede usarlo viendo la televisión". Qué bucólica estampa: miles de seres aplicándose la faja anticelulítica mientras ven cómo la televisión proyecta incesantes anuncios de fajas celulíticas. El bucle perfecto para estos tiempos de gula y colesterol.
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