La nostalgia no es un error
Jesús Hermida, nostálgico, sentimental, rabioso porque la edad (?) lo ha apartado de la tele (él lo dijo: "ya me gustaría estar empezando"), presentó el miércoles el episodio final de La imagen de tu vida, con el que TVE ha conmemorado sus primeros cincuenta años. Reunió a 50 compañeros y le dio a la moviola subrayando un estilo que morirá con él. No se entendía muy bien por qué juntó a Matías Prats (ahora está en Antena 3) con Ana Blanco, que está, ella sí, en TVE. A no ser que Hermida quisiera decir, y lo dijo, que él también estuvo en la cadena de Planeta-Agostini. Aparte de esa voluta de su autobiografía, y de la de Matías, el programa fue un festín para los que no sentimos como Simone Signoret y creemos que la nostalgia no es siempre un error: vimos a Rajoy hablando del "estiramiento vertical" de los hilitos de chapapote, a Adolfo Suárez sincerándose con María Antonia Iglesias, escuchamos cómo Miguel Ángel Rodríguez contó que había besado en la frente a José María Aznar cuando éste esperaba ser atendido después del atentado terrorista contra su vida... Hermida apretó el acelerador de los paralelismos, y sacó a primer plano a Jesús Álvarez ("te llamas como tu padre"), a Gonzalo Miró (no podía decirle que se llamaba como su madre)... Y reprodujo, en medio de las horrendas inundaciones del Nevado del Ruiz, a la niña Omayra mientras moría... Vimos, en esa sucesión de imágenes de nuestra vida, en el segundo lugar del escalafón en el que quisieron ponerla los espectadores, la legendaria Vamos a la cama. Y, finalmente, un trozo sobrecogedor de nuestra historia: las manifestaciones de repulsa por el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco...
Al final, Agustín Remesal (nuestro hombre en Jerusalén) subió al estrado y le regaló a Hermida el aparato que servía para grabar sus crónicas desde Nueva York... Hermida se emocionó, dijo que ése era su último programa, y eso no emociona, enrabieta.
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