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Memorias compartidas

Entre el Papa y Fidel Castro

La mayoría de las personas mayores que han participado en este concurso pidieron como premio un viaje. Muchos porque tienen lejos a la familia que hace años que no ven. Otros, como Flora, la ganadora, simplemente por mirar las nubes desde un avión.

Pero a veces en esos viajes se adivinan de nuevo las dos Españas que fueron: no son pocos los que pidieron viajar a la Cuba de Castro para conocer al comandante; y otros tantos volar para ver al mismísimo Papa en el Vaticano, como los niños heroicos de la famosa Operación Plus Ultra.

Los demás le han echado más imaginación. Nemesio Jiménez, de 75 años, se veía paseando por México con un séquito de mariachis; Andrés Sanz, de 80, pidió una gran comida con toda su familia, pero después lo pensó mejor y lo cambió por un televisor de plasma. Solidario, Gumersindo Rodríguez, quería que fueran sus compañeros de residencia quienes, llegado el caso, hicieran buen uso del dinero del premio.

De ganar, hay quien no quería morirse sin ver cuerpos mulatos en las playas de Brasil; otros se conformaban con que una editorial publicara sus autobiografías, sus novelas, que se estrenaran sus obras de teatro.

A algunos, pese a su edad, todavía no les ha llegado el momento de cumplir algún sueño, de tener un capricho. Tienen, todavía, agujeros que tapar, ascensores que instalar, calefacciones... Una mujer usaría el dinero para pagar una residencia para su marido, con Alzheimer. Otros, motos eléctricas para la movilidad de discapacitados.

Ir a Nueva York, a Las Vegas, volver a India... Bodas de plata, de oro, limusinas, vestidos de diseño exclusivo, peinados y maquillajes profesionales...

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A sus 92 años cumplidos, dos de ellos en la cárcel, Romana Chamorro sueña con ver en su dedo un bonito pedrusco. Cada cual alberga un deseo, que van de la cirugía estética a un buen alicatado dental, con implantes fijos, para toda la vida. Una buena porcelana también vale por un diamante.

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