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Reportaje:ARQUITECTURA

El interior sale a la calle

Anatxu Zabalbeascoa

El interiorismo en España se ha normalizado. Ya no acostumbra a salir en la prensa nacional aunque brille en la internacional. Atrás quedó el tiempo de movida madrileña y diseño barcelonés en el que los bares aparecían en la sección de cultura. Hoy los buenos proyectos no son ni una reacción a tiempos de prohibición ni una inyección de autoestima: trajes nuevos para vernos modernos. El interiorismo actual impregna la vida cotidiana. Como dice el arquitecto Dani Freixes, entre los lugares que no sudan y los que respiran hemos pasado a los segundos. Ha llegado el aire de la normalidad, a veces también el de la naturalidad. Y se nota. El diseño interior ya no entiende de géneros. Ni de tipologías. Ni de clases. Pero lo comprende todo. Si en parejas de arquitectos históricos era el lado femenino el que cuidaba de las tapicerías y los mosaicos, si sólo ciertos espacios -digamos, restaurantes sí, garajes no- eran susceptibles de aceptar decoraciones y si, por último, el interiorismo era algo menor, un capricho, frente a la obra de un gran arquitecto, el paso del tiempo ha demostrado que ni el diseño tiene sexo ni hay lugar ajeno al buen diseño. Además, es precisamente ahí, en el terreno interior, donde fallan algunos de los grandes. Atrás quedó el tiempo de los maestros que trabajaban el pomo y el rascacielos (de Frank Lloyd Wright a Mies van der Rohe) y hoy no son pocos los proyectistas que se pierden por los pasillos.

Es precisamente en el terreno interior de los edificios donde fallan algunos de los grandes arquitectos

Es cierto que, también en España, muchos de los mejores interioristas son arquitectos: el propio Freixes, Teresa Sapey, Eduard Samsó, Roberto Ercilla, los equipos: Bailo y Rull, Soto y Maroto, RCR, Farini y Bresnick o los jóvenes de Nolaster -que han logrado, con su casa Os, aportar una nueva tipología doméstica: la vivienda compartimentada sin pasillos-. Pero también es cierto que interioristas como Francesc Rifé, Sandra Tarruella e Isabel López, Fernando Salas, La Granja o José Juan Belda firman muchos de los restaurantes y exposiciones que han dado al interiorismo nacional nivel internacional. Ni es cuestión de mero detalle, ni sirven ya las antiguas jerarquías. La italiana Teresa Sapey protagonizó, el año pasado, la anécdota más significativa del hotel de las mil y una estrellas, el Puerta América de Madrid, donde uno puede elegir dormir en diseños de Nouvel, Foster, Hadid o Isozaki con el barullo de la M-30 a los pies. Con todas las estancias encargadas a grandes figuras internacionales, y con veinte años de experiencia, Sapey se presentó ante los directivos de Silken solicitando una oportunidad. Recibió una respuesta educada. "No queda ni un metro cuadrado". "¿Si encuentro el espacio podré hacerlo?", replicó ella. Lo demás es historia: lo encontró. Y lo hizo. Posiblemente logró el interiorismo más popular del hotel: un aparcamiento colorista que ha dado la vuelta al mundo en papel couché. Además, la osadía le ha ganado un foco de atención sobre proyectos como las tiendas de Custo en Madrid, Milán o París, o el restaurante Isolée -que se ha hecho con el premio del Ayuntamiento de Madrid-. El torrencial imaginativo de Sapey es sólo una de las caras del nuevo Madrid que quiere que sus tascas de calamares y callos convivan con bistrós de aire más cosmopolita. Cosmopolitismo frente a globalización: ésa podría ser la clave del nuevo interiorismo nacional.

Con esa voluntad, Alfredo Arri

bas, otro internacional, crecido en el interiorismo detallista, diseñó las sobrias oficinas para Hermenegildo Zegna que conquistaron (ex aequo) el Premio FAD. En esa misma línea seca, el otro galardón nacional que mide la salud del interiorismo, el Premio Saloni, lo ganó el montaje de la exposición sobre el arquitecto Rafael Aburto que Iñigo Beguiristain, Luis Tena e Iñaki Bergera montaron en las Arquerías de Nuevos Ministerios de Madrid. Es precisamente en el montaje de exposiciones y stands para ferias donde se entrenan algunos de los mejores interioristas con futuro: los que buscan su oportunidad y los que cuidan el músculo para no dejar de tenerla.

Si Rifé, Sapey, AV62 o Farini & Bresnick han puesto un pie fuera, Patricia Urquiola no ha dejado de ponerlos dentro y ha firmado la nueva tienda de muebles de la italiana B&B en Barcelona. En medio de tanto viaje, sorprende una vez más la última apuesta de Camper. En su red internacional de tiendas se ha decidido no ya por el diseño de los interioristas sino por el interiorismo de los diseñadores. Dando otra vuelta de tuerca, ha confiado a notables diseñadores de producto, como el enfant terrible Jaime Hayón, los brasileños hermanos Campana o el argentino Häberli, la definición de sus nuevas tiendas. La frescura es un grado que el diseño interior sabe explotar. Y el panorama nacional se muestra así sólido, con futuro, pero lamentablemente... sin apenas pasado. De la época de los bares ochenteros queda poco más que cuatros vestigios transformistas. Sería oportuno preguntarse qué tipo de historia estamos escribiendo. Qué locales deberíamos conservar. ¿No sería triste no contar hoy con un local emblemático del interiorismo barcelonés de los setenta como el Flash Flash de Correa y Milá en el que tres generaciones llevan aguantando tortillas insípidas gracias a un ambiente que todo lo compensa? El futuro, a veces, está escrito en el pasado. Que el último Premio Nacional de Diseño recayese, por segunda vez, tras Dani Freixes, en un interiorista como Pepe Cortés, indica que esta disciplina en España, no sólo goza de buena salud sino que está empezando a adquirir autoestima.

Hostelería con estrella

LAS TRES estrellas gastronómicas pueden aplicarse al diseño de muchos restaurantes recientes. Dani Freixes ha firmado, en Madrid, Pan de Lujo, un local que invita a soñar al salir a cenar. ¿Cómo? Con poco más que bombillas y filtros de luz. El grupo Tragaluz ha roto este año el monopolio de sus autoras de siempre, Isabel López y Sandra Tarruella, para dejar entrar aire en una colaboración entre restauradores y diseñadoras que ya no tenía por dónde crecer. Así, ha encargado su nuevo restaurante, Bar Lobo, a Francesc Rifé, un valor en alza cuya sobriedad ha encontrado encargos en Berlín, Puerto Rico, Nueva York y en el Sula de Madrid. Algunos de los últimos hoteles encierran un mensaje: el glamour no está en el precio ni en el exceso. Así, Xavier Claramunt concluyó en el Chic and Cheap de Barcelona todo un manifiesto. Y RCR se hicieron con el Premio FAD con un trabajo austero y exigente, como ellos. Los pabellones de Les Cols en Olot proponen, desde un interior desnudo, la vivencia del espacio vacío. A. Z.

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