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El acusado de matar a un policía en El Prat declara que fue un forcejeo

Fue un accidente y hubo un forcejeo. Eso es lo que explicó ayer al tribunal de la Sección Séptima de la Audiencia de Barcelona Julio Navarro Fernández, acusado de matar a un policía y protagonizar una espectacular fuga de los calabozos de la comisaría de El Prat de Llobregat en 2004. En el banquillo de los acusados se sienta también Antonio Giménez Hernández, quien estaba detenido en esos mismos calabozos y quien planificó la fuga con el otro acusado, según sostiene el fiscal.

Ambos están acusados, entre otros delitos, del asesinato y de otros dos homicidios en grado de tentativa. El fiscal solicita penas que suman 47 años de cárcel para Navarro y 28 años para Giménez.

Los hechos ocurrieron la tarde del 14 de mayo de 2004, cuando Antonio Giménez solicitó al policía que le custodiaba, Antonio Díaz Funez, que le permitiera ir al lavabo, a lo que accedió el agente. De regreso y antes de que el primer detenido regresara a su celda, Julio Navarro, "en cumplimiento de lo previamente pactado", dice el fiscal, solicitó también acudir al mismo lugar.

De esa manera, los dos detenidos, que no estaban esposados, se encontraron a solas con el policía, le golpearon y le arrebataron su pistola. El agente cayó al suelo y al intentar levantarse fue cuando, según el fiscal, Julio Navarro le disparó un tiro por la espalda que le produjo la muerte casi instantánea. El fiscal explica en su escrito de acusación que el policía fallecido no prestaba de forma habitual el servicio de custodia de detenidos y, además, desconocía el carácter "extremadamente peligroso de los procesados".

Tras este hecho, los dos detenidos huyeron por el garaje de los calabozos, disparando primero contra el otro policía encargado de la vigilancia al que produjeron diversas heridas, y posteriormente contra otra persona que se cruzó en su camino. Pocos días después, los dos prófugos fueron detenidos.

Arma cargada

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Navarro negó ayer que disparase por la espalda al policía y dijo que él "estaba muerto de miedo". Añadió que el arma del policía se disparó y que él pensaba que no estaba cargada. También negó que hubiese planificado ningún plan de fuga con Giménez y negó que disparase contra más personas en su huida.

El otro acusado, por su parte, declaró que aquel día tenía el síndrome de abstinencia, que golpeó con una silla al otro detenido en la cabeza para que el policía no resultase herido y que lamentó la muerte del agente.

Sin embargo, la declaración más singular de la sesión del juicio de ayer fue la del vigilante de seguridad de los calabozos, quien reconoció que vio al policía tumbado en el suelo mientras los dos detenidos le estaban agrediendo y decidió marcharse. Actuó así, precisó, porque no podía entrar en la zona, ya que uno de los detenidos se lo impidió.

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