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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lo goyesco y lo ascético

"No conozco a Vegas" era una frase que podía escucharse tanto como "Bunbury es un histrión". El primero es, hasta ahora, un desconocido para el gran público, el segundo un icono controvertido que por ello mismo asume con notable deportividad juicios emitidos por quien por él es preguntado. Las preguntas se realizaban a una hora inusual para un concierto de rock, las 20.30, en un lugar aún más inopinado para la música popular: el Gran Teatro del Liceo barcelonés. Por vez primera, muchos espectadores usaron un ascensor para ocupar su localidad allá por el quinto cielo, y por vez primera alguno se rió del encuestador que quizás buscando ignorancia recibía por respuesta al preguntar por el foyer: "Verbo regular, copulativo".

Enrique Bunbury y Nacho Vegas

Liceo. Barcelona, 30 de noviembre.

Bunbury y Vegas son diferentes en casi todo. Estas diferencias se tradujeron en escena, cuando ambos pusieron de largo su trabajo conjunto, un excelente doble disco titulado El tiempo de las cerezas y que por mor de la casualidad les condujo al Liceo. Gay Mercader, que lo había reservado para una actuación que se canceló, se lo ofreció a su admirado Bunbury, que vio la oportunidad de llevar su música allí donde ni tan siquiera ha actuado Dylan. Y allí, mientras el maño se deshacía en su gestualidad goyesca y abría la boca hasta encontrar el eco preciso para proyectar su voz, el asturiano sólo la abría para encaminar hacia ella un vaso del que libó notables dosis de alcohol. Dos formas de ver la música unidas por un cancionero luminoso que más que nunca miró a una tradición encarnada por los Dylan, Cohen, Waits y Townes van Zant, es decir, rock, canción, cabaret destartalado y country-folk cosidos por la perplejidad y en ocasiones tristeza que la misma vida provoca.

Gritos en el Liceo

El concierto comenzó con una canción poco menos que colosal, la espléndida Días extraños en la que la guitarra de fondo rememora al Everybody's talking de Nilsson. Belleza un punto marchita inundando una platea que ya desde el inicio se llenó de gritos de aliento hacia la pareja. Y pese a que la fama se la lleva Bunbury, los arranques de los temas de Vegas también recordaban al ser saludados con murmullos de aprobación que el cancionero del asturiano tenía también en el Liceo notable complicidad. Y hablando de Asturias, algo del cercano humor gallego y de retranca mostró Vegas, que apenas salía de su hermetismo para afirmar cosas como "ahora vamos a hacer unas baladas, pero os pedimos que no encendáis mecheros porque este sitio arde muy rápido".

Con la sola mácula de un minutaje excesivo (27 temas sonaron) fruto de la borrachera expositiva propia de dos artistas que disfrutaban, el concierto, grabado por 10 cámaras para su posterior edición en DVD, fue espléndido. Las distancias entre lo barroco de Bunbury y lo ascético de Vegas se limaron mediante un cancionero que casi parecía intercambiable.

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