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La policía multiplica las detenciones de 'muleros' de cocaína en El Prat

Los agentes arrestaron a 10 personas en noviembre, la mayoría suramericanas

Las detenciones de muleros, nombre que reciben las personas que transportan droga en el interior del cuerpo con el fin de evadir los controles de seguridad, se han multiplicado en los últimos meses en el aeropuerto de El Prat. Sólo durante noviembre, la policía detuvo a 10 personas, una cifra muy superior a la registrada en todo el año anterior, en el que se descubrieron únicamente seis casos.

Las últimas detenciones se produjeron el pasado miércoles, cuando los agentes del Cuerpo Nacional de Policia detectaron a dos personas sospechosas. Carola Lozano y Richard Ruiz, ambos de 27 años y de nacionalidad boliviana, transportaban, respectivamente, 41 y 68 bolas de cocaína en el estómago. La mercancía sumaba en total 1,5 kilos. Justo el día anterior, otro hombre, Clovis Vaca, también boliviano, fue detenido al encontrársele 950 gramos de cocaína compactada en forma de cilindros en el organismo.

La semana anterior se arrestó a dos ciudadanos venezolanos. Uno de ellos batió el récord de carga, con 108 cilindros que contenían casi 1,8 kilos de droga. La Guardia Civil también ha incrementado en un 400% los decomisos de droga en las instalaciones, con 19 detenciones desde enero.

La mayor parte de los muleros proceden del continente suramericano, y en especial, de Bolivia, Colombia y Venezuela. El aumento de detenciones en El Prat se debe a la proliferación de vuelos directos hacia Barcelona y a que los agentes del aeropuerto "se han especializado en su detección", explica el comisario del Cuerpo Nacional de Policía en el aeropuerto, Miguel Ángel Vázquez.

Entrenamiento previo

El procedimiento que siguen estas personas es el de subir a un avión en su ciudad de origen y realizar una escala de varios días en otra ciudad, donde cargan el material. Durante dos o tres días realizan un periodo de adiestramiento. Por ejemplo, "engullen granos de uva de grandes dimensiones para acostumbrarse", comenta Vázquez. Cuando ya están acostumbrados, se les introduce por la boca y a veces por el recto, con ayuda de aceite, los cilindros llenos de droga. Cada uno "puede llegar a medir tres centímetros de largo y contener unos 12 gramos de cocaína bien envuelta en plástico", explican las mismas fuentes.

A cambio de este peculiar transporte, los muleros reciben entre 3.000 y 4.000 euros, además del pago del billete de avión, que les permite iniciar, a veces, una nueva vida en el país de destino. En el caso de Carola Lozano, ésta aseguró a los agentes que la detuvieron que los narcotraficantes le habían prometido un trabajo estable y un alojamiento en Barcelona.

En El Prat, el grupo de investigación de fronteras de la policía se encarga de realizar entrevistas a los viajeros de los que sospecha que viajan sin papeles. Cuando advierte alguna sospecha en su comportamiento, se les radiografía el estómago. Si los temores se confirman, las personas son trasladadas al hospital de Bellvitge para intentar que expulsen la mercancía. "La semana pasada coincidieron cinco muleros en el hospital", destacan fuentes policiales. La policía autonómica explica que algunos agentes son capaces de descubrir a un mulero al verle la cara: "Llegan desmayados y con el rostro desencajado".

El 14 de noviembre, un avión procedente de Accra (Ghana) que había hecho escala en Amsterdam, aterrizó en Barcelona con permiso de prioridad porque uno de sus pasajeros empezó a vomitar bolas de cocaína. La policía explica que el contacto con el narcotraficante en Barcelona se realiza habitualmente en un hotel de la ciudad, donde el transportista expulsa y entrega la droga. Pese a la espectacularidad de este sistema, la principal vía de entrada de la cocaína en España es mediante contenedores de mercancías en el puerto de Barcelona.

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