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Reportaje:

Espoletas mentales y poéticas

Perejaume logra el Premio Nacional de Artes Plásticas

Una de las cosas más complicadas que existen es resumir la densidad de conceptos que es capaz de desgranar Perejaume en sus proyectos, sean éstos un libro, una exposición o, incluso, una sola obra. Cosas aparentemente simples como instalar un telón de cristal en un teatro, dibujar la planta de una galería en la cima de una montaña o pintar en un cuadro un mirador para contemplar el informalismo se transforman con su gesto en espoletas mentales y poéticas que nunca parece que acaben de agotar su sentido. Artista y escritor, por utilizar los dos principales oficios que cultiva, las obras de Perejaume (Sant Pol de Mar, Barcelona, 1957) siempre se remiten a otra cosa que, a su vez, se relaciona con otras muchas, configurando así un paisaje mental y artístico de sinuosos recovecos. El jurado del Premio Nacional de Artes Plásticas ha destacado "la solidez intelectual de su postura, su reformulación de la relación entre arte y territorio y su reflexión en torno a los problemas de la representación dentro y fuera de la pintura".

Estos dos temas, paisaje y escenario, forman el disco duro de su trabajo junto al lenguaje, que usa como poeta y que analiza con pasión de entomólogo. Uno de sus pocos libros traducidos al castellano -su catalán es rico y plagado de juegos lingüísticos difíciles de trasladar a otras lenguas- es Ludwig Jujol (Ediciones Originales) en el que la comparación que establece entre las lujosas fantasías del rey Ludwig II de Baviera y las imaginativas arquitecturas del modernista Josep Maria Jujol le sirven, además, para reflexionar sobre el collage como manera de entender el mundo moderno. "Siempre me he sentido atraído por la escritura y por la imagen", explica. "El lenguaje es un ser vivo que engordamos entre todos y que ha acabado incluyendo los mismo contenidos que intentaba explicar".

Certezas

Omnipresente en la cultura catalana de los últimos años -"la relación de lo local con lo universal es un misterio que vivir, no un problema a resolver"

afirma-, Perejaume agradeció ayer el Premio Nacional de Artes Plásticas (dotado con 30.000 euros). "Es algo que siempre hace ilusión porque uno nunca tiene certezas sobre lo que hace", señaló.

Y del paisaje rural que nutre el trabajo de Perejaume al paisaje urbano que ha dado alas a la obra de Pablo Pérez Mínguez (Madrid, 1947), al que ayer le fue otorgado el Premio Nacional en el apartado de Fotografía (dotado también con 30.000 euros). Retratista de toda una generación, la suya, que marcó con fuego la transición española, Pérez Mínguez ha sido uno de los grandes fotógrafos de la denominada movida madrileña y, en cierta manera, uno de sus más genuinos protagonistas. El premio destaca su faceta de autor, pero también su papel como impulsor de la renovación de la fotografía a través de la revista Nueva Lente, de la que fue cofundador en los años setenta y desde la que defendió la consideración de la disciplina como un arte.

Aunque su "buque insignia", como él mismo señala, es el retrato de estudio (atesora más de 30.000 negativos), Pérez Mínguez se ha servido a menudo del humor y la acción como base para sus trabajos. También escritor, es autor de numerosos libros entre los que figuran Miradas (Fundación Autor) o Mi movida (Lunwerg), por citar algunos de los más recientes.

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