El futuro de Daniela
Es tostadita como el maní tostado, a veces le gotea la nariz y le falta un trocito de diente, pero se le ilumina la cara cuando la llamo por su nombre. Se llama Daniela y dice que tiene cinco años, creo que se lo he preguntado dos veces en distintos días porque no levanta dos palmos del suelo y mi memoria visual me dice que los niños de mi país, a esa edad, son más grandes, yo diría enormes, aparte de sonrosados, sobrealimentados y sobreprotegidos. Daniela va solita todas las mañanas de los sábados y domingos a la Veinticinco de Mayo, la plaza mayor de Sucre, capital histórica de Bolivia, a vender "masticables", es decir, caramelos blandos. La envía su madre para que se gane su comida,eso me dice ella. Para quedarme tranquilo, no sé muy bien de qué, le pregunto si entre semana va a la escuela y me contesta que sí, sospecho que de oficio. Lo de oficio lo digo porque en casi todas las plazas de Bolivia hay muchos niños que venden caramelos como Daniela, aunque en su mayoría son limpiabotas que, por un boliviano (menos de un céntimo de euro), te limpian como sea los zapatos. "¿Lustre, señor?, están susios...". Y prácticamente todos te responden que van a la escuela porque saben (aunque no muy bien por qué) que a los europeos no les gusta que los niños trabajen. Y es que los discursos hipócritamente correctos quedan bien, pero corren el peligro de dejar la mesa vacía.
Docenas de ancianos, mujeres y niños piden limosna con el fin de aportar un plus a la pobre economía familiar
Me olvidaba decir que la mayoría son indígenas, como las docenas de ancianos, mujeres y niños que piden limosna distribuidos estratégicamente por las calles de la ciudad con objeto de aportar un plus a la depauperada economía familiar, actividad que se intensifica al acercarse la Navidad, a fin de extraer unos céntimos al complejo de culpa cristiano. Y es que en Bolivia hay muchos indios. Llegan al 62% de la población y son, naturalmente, los más pobres. Esos que quizá pueden verse beneficiados de la actividad de una pequeña pero matona ONG catalana que se dedica al reciclaje global. Se trata de Banc de Recursos, una entidad que envía a Suramérica y a otras partes del mundo sillas de ruedas, bicicletas, ordenadores, medicamentos y un diverso etcétera. Materiales donados por empresas que han renovado sus recursos (y que allá tendrán una más larga vida) o que, simplemente, necesitan liberar sus excedentes de almacén. No estoy hablando de caridad paternalista, nada se hace sin la demanda y la participación de unas contrapartes locales que saben lo que necesitan y que quieren contribuir a que su país levante cabeza.
En los últimos años Bolivia ha vivido el resurgir de un protagonismo indígena que nunca desapareció. Veamos algunos momentos estelares de la lucha popular.
La marcha indígena. Un proceso que se inició entre 1990 y el 2003. Comunidades del departamento del Beni marcharon hacia La Paz, capital administrativa, exigiendo una nueva estructura del Estado que reconociera la diversidad étnica y la recuperación de las tierras originarias indígenas.
La guerra del agua (año 2000). Iniciada contra la privatización del servicio de agua potable con resultado de un estado de sitio, varios muertos y victoria popular.
1. El impuestazo (año 2003). Graciosa tasa que gravaba la economía de quienes ganaban la astronómica cifra de 880 bolivianos en adelante (menos de 100 euros al mes). Hasta la policía se sublevó. Hubo 30 muertos y 150 heridos, y el Gobierno retrocedió.
2. La guerra del gas (año 2003). Varias organizaciones populares se levantaron contra la venta de gas a través de Chile. La mayoría del país no recibía ningún beneficio mientras seguían encendiendo sus cocinas con la leña que podían encontrar. Más de 50 muertos.
3. La gracia de los presidentes. Locos por el modelo neoliberal, en pleno levantamiento popular y sin entender prácticamente nada, fueron saltando un presidente tras otro hasta que en 2005 se inició el actual proceso impulsado por diversos sectores, campesinos e indígenas unidos por un objetivo común: elecciones nacionales, renovación total del Congreso y una asamblea constituyente que refunde el país. Con la llegada del MAS al poder están en ello, no sin contradicciones, no sin sufrimiento.
¿Cuál será el futuro de Daniela? ¿Es prudente, a estas alturas, confiar en la condición humana? Sólo en el más allá y en Washington lo saben. Si Bolivia tuviera más petróleo, no habría dudas sobre su futuro, pero el imperio parece ocupado repartiendo democracia y economía de mercado a mansalva en Oriente Próximo, lo que, a medio plazo, supone un respiro. Después ya se verá.
Mientras, yo he regresado a mi país, donde me asalta la noticia: los casos de anorexia se disparan entre las jovencitas enloquecidas por la moda pasarela. He vuelto a la normalidad.
Alfonso López es periodista, humorista gráfico y colaborador de la Federación Catalana de ONG para el Desarrollo.
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