Pocos cambios
Vivimos en una época fecunda en inteligencias creadoras, cuyas creaciones pueden facilitar considerablemente nuestras vidas. Cruzamos los mares mediante energía desarrollada por el hombre y utilizamos también esa energía para aliviar a la humanidad del trabajo muscular agotador. Hemos aprendido a volar y somos capaces de enviar mensajes y noticias sin dificultad alguna a todos los lugares del mundo, por medio de ondas eléctricas.
Sin embargo, la producción y distribución de bienes está totalmente desorganizada, de modo que todos han de vivir temerosos de verse eliminados del ciclo económico, sufriendo así la falta de todo. Además, los habitantes de los distintos países se matan entre sí a intervalos regulares, con lo que también debe sentir miedo y terror todo el que piense en el futuro. Débese esto al hecho de que la inteligencia y el carácter de las masas son incomparablemente inferiores a la inteligencia y el carácter de los pocos que producen algo valioso para la comunidad. Confío en que la posteridad lea estas afirmaciones con un sentimiento de orgullo y de justificada posterioridad.
Estas palabras anteriores las podía haber escrito cualquier persona que tuviera la capacidad de pensar en nuestros días, pero lo cierto es que las redactó Albert Einstein en 1931. La última afirmación del genio de la física que he transcrito, evidentemente no han llegado a los dirigentes del mundo en el que vivimos después de más de 70 años.
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