Suspiros españoles de Hendricks
Barbara Hendricks cree en las recetas que algún genio vitriólico de la modernidad dio para la vida. Es el caso del cineasta Billy Wilder, que aconsejaba, cuando uno anduviera deprimido, hacer comedia y, al contrario, meterse en una tragedia si el optimismo y la felicidad endulzaban tu vida.
La cantante de Arkansas (Estados Unidos) aplica dicha fórmula a la música. Más en los tiempos que corren, que esta batalladora incesante por los derechos humanos desde que estudiaba en el campus de la Universidad de Nebraska, donde se graduó en Química y Matemáticas antes de ingresar en la Juillard School de Nueva York para convertirse en cantante, ve con desasosiego y algo de esperanza después del batacazo de los republicanos de Bush en las últimas elecciones de su país.
Por eso, para alegrarnos la vida, Hendricks ha escogido la música luminosa de varios compositores españoles -Granados, Obradors, Montsalvatge y Falla- con los que ha decidido inaugurar un sello discográfico propio, Arte Verum, distribuido en España por Diverdi. "Pensé que debíamos escoger algo alegre y cálido para presentarnos ante el público", decía Hendricks hace unos días en una comida que dio en su honor la Embajada sueca en Madrid, donde quedó claro que consideran gloria nacional a esta mujer que desde hace años tiene la ciudadanía del país nórdico. "Pensamos que los lieder de Schubert, Schumann o Brahms no valdrían para el primer disco porque son demasiado graves, aunque los grabaremos", anunciaba la recién estrenada productora discográfica, antes estrella de EMI.
Hendricks ha querido homenajear a dos personas muy queridas por ella: "A Victoria de los Ángeles, a la que siempre he admirado, y a Alicia de Larrocha, que me enseñó también estas canciones cuando yo estudiaba en Nueva York", afirma Hendricks. "Ellas me pasaron la antorcha de esta música y yo he tratado de mantener viva la llama para que la recojan otros". Sus vínculos con España han crecido desde que recibiera el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 2000. Ha mejorado su español, una lengua que disfruta cantando: "Me gusta el idioma, se saborea en la boca como el vino", afirma.
Ella se enjuaga, juega y goza con las Tonadillas y las Canciones amatorias de Granados, con las Cinco canciones negras de Montsalvatge, las Siete canciones populares españolas de Falla, piezas que ha elegido para su disco, además de otras piezas de Fernando J. Obradors, acompañada en todas al piano por Love Derwinger.
La fotografía
Es un repertorio que Hendricks alternará con otras cosas de campos dispares que ella siempre ha reivindicado, desde el gospell, el blues y el jazz a contemporáneos místicos como Poulenc. Por el momento, a los españoles ha querido retratarlos en disco. "Si un concierto, para mí, es la casa donde debe vivir toda música, el disco es la fotografía de la misma", asegura la cantante.
No hay encuentro con Hendricks en el que alguien pueda evitar fácilmente la polémica política. Vive esos asuntos como la vida y la música, apasionadamente. Apenas se plantea un tema general, ella arremete contra lo que tiene más a mano. Y no le importa atacar organizaciones con las que ella anda vinculada si éstas merecen el zarpazo de sus críticas, como la ONU.
No digamos ya aquello con lo que Hendricks no entona, ni sintoniza, como su presidente George W. Bush. "Parece que mi país ha despertado hace poco en las últimas elecciones. Estábamos en una auténtica montaña rusa en la que el enfrentamiento constante vencía al entendimiento. Debemos de tender hacia esto último, dialogar, llevarnos bien en este pequeño planeta nuestro", asegura. Está de hecho impactada después de haber visto la película de Al Gore, en la que el antiguo candidato demócrata a la presidencia denuncia el calentamiento global.
Tampoco comulga últimamente con ciertas meteduras de pata de Naciones Unidas, una organización a la que ella pertenece como embajadora honoraria vitalicia del comité para refugiados, con el que ha colaborado desde hace más de 20 años, aunque sin perder un fuerte sentido crítico: "Creo que si hay zonas del mundo como Darfur donde se está llevando a cabo un genocidio es porque el Consejo de Seguridad de la ONU no tiene voluntad de acabar con él", dice Hendricks.
Son rasgos rebeldes que le quedan de su incansable historial de luchadora desde los tiempos de estudiante. "Pertenezco a una generación, la del 68, que se rindió demasiado pronto", señala Hendricks. "No me gusta hablar de desencanto en nuestro caso porque creo que no nos equivocamos. No me rindo, no me puedo rendir con lo que está ocurriendo en Irak, en Darfur y en países de África como el Congo, donde se producen sistemáticos abusos. Haré lo que pueda dentro de mis posibilidades, quiero vivir de frente a la verdad y rindiendo cuenta de mis responsabilidades".
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