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Reportaje:

Cursos para acabar con el desencuentro

El Gobierno imparte clases de cultura gitana a agentes de la Guardia Civil

Ginés Donaire

Gitanos y guardias civiles han sido dos colectivos separados históricamente y sus relaciones han estado envueltas siempre por leyendas (cuando no objeto de los chistes más rancios) asociadas al recelo y la desconfianza mutua. Tanto es así que en la cartilla originaria del instituto armado, a mediados del siglo XIX, se indicaba a los agentes de la necesidad de "vigilar escrupulosamente a los gitanos". Para superar estos estereotipos, el Gobierno se ha propuesto formar a los futuros agentes de la Guardia Civil para acercar la realidad, idiosincrasia y cultura de una etnia formada por unas 700.000 personas en España.

Ayer dieron comienzo en la academia de la Guardia Civil de Baeza (Jaén) los cursos sobre cultura gitana que, hasta el próximo mes de enero, van a impartir abogados, historiadores, sociólogos o antropólogos gitanos a los casi 4.000 futuros agentes que se forman en la promoción más numerosa de la historia. El general de Enseñanza, Juan González Bueno, explicó que estos cursos pretenden "superar viejos tópicos y prejuicios históricos que se han originado por el desconocimiento de esta etnia".

"El problema hay que arreglarlo desde dentro de la sociedad gitana", apunta un sargento en el debate
Julio Vargas: "El gran problema de los gitanos es el desconocimiento que hay sobre nosotros"

La conferencia inaugural del curso la impartió, ante unos 400 oficiales de la academia, Julio Vargas Clavería, sociólogo gitano y director del Centro de Estudios Gitanos de Barcelona. "El gran problema de los gitanos es el desconocimiento sobre nosotros; lo que haga una persona lo tenemos que sufrir todos, y eso es una irracionalidad en pleno siglo XXI", dijo Vargas, que reivindicó el reconocimiento de la identidad cultural del pueblo gitano. A su juicio, la suma de prejuicios y estereotipos conlleva al racismo hacia esta minoría, la más numerosa de Europa, lo que se traduce en "desigualdad en la educación y discriminación en el acceso al trabajo". El sociólogo barcelonés puso como ejemplo de discriminación la sufrida por sus hijos a la hora de ser escolarizado o la de otros familiares a la hora de encontrar trabajo. "Somos diferentes, pero eso no debe llevar a situaciones de subordinación o de exclusión", subrayó.

Con todo, Julio Vargas admitió la evolución positiva de la imagen de la sociedad paya hacia los gitanos. Atrás queda ya el artículo 10 de la cartilla de la Guardia Civil de mediados del siglo XIX que alertaba a los agentes del tratamiento que debían dar a la población gitana. "Vigilará escrupulosamente a los gitanos que viajen, cuidando mucho de reconocer todos los documentos que tengan, observar sus trajes, contar las caballerías que lleven (...) pues como esta gente no tiene en lo general residencia fija, y después de hacer un robo de caballerías, u otra especie, se trasladan de un punto a otro en que sean desconocidos, conviene mucho tomar de ellos todas estas noticias", se indicaba en ese artículo que ya se considera derogado.

A la disertación de Vargas le siguió un coloquio donde no faltaron tirones de orejas de los agentes a la etnia gitana. "La igualdad de oportunidades sí que está garantizada", le espetó el sargento Pérez; "el problema hay que arreglarlo desde dentro de la sociedad gitana", abundó otro oficial con acento gallego, que censuró los altos índices de absentismo escolar entre los niños gitanos. El sargento Zamudio rechazó también la calificación de feudal que Vargas dio al sistema universitario. "Los padres deben esforzarse más por la educación de sus hijos", señaló. El coloquio concluyó con una reflexión sobre el papel de los gitanos ante los nuevos flujos migratorios. ¿Puede ser una rémora o un enganche para los gitanos?, le preguntó un teniente: "Me temo que más bien una rémora, porque vemos que se le dan más facilidades a los inmigrantes que a los gitanos", contestó el sociólogo.

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