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Reportaje:

El 'Baby System', según Caparrós

Con una deuda de 155 millones, el técnico del Deportivo asume que el futuro del club pasa por jóvenes que "gateen" en busca de una oportunidad

El técnico del Deportivo, Joaquín Caparrós, transporta a Juan Rodríguez (arriba) y a Riki, Iago y Adrián, abajo.
El técnico del Deportivo, Joaquín Caparrós, transporta a Juan Rodríguez (arriba) y a Riki, Iago y Adrián, abajo.GABRIEL TIZÓN

No hace mucho, en el aparcamiento de los futbolistas en El Mundo del Fútbol, el complejo en el que se entrena el Deportivo, se podía ver un camión. Pertenecía al uruguayo Walter Pandiani y simbolizó la mayor estridencia que se recuerda en los días de gloria de este equipo. Ahora escasean los Porsche y los vehículos de cilindrada. Joan Verdú, el hombre que parece predestinado a conducir el futuro de este equipo, utiliza un Golf para desplazarse: "Tiene ya cinco años, pero de momento no pienso cambiarlo porque me sirve".

Los jugadores ya no se confunden con maniquíes de Loewe. Ahora se visten en Zara y con prendas deportivas. Tampoco tienen mesa reservada en restaurantes de postín, como sucedía en tiempos de bonanza. La plantilla acostumbra a comer en un italiano situado a unos metros de Riazor. "Han pasado del marisco a la pasta", comenta un restaurador. "Me recuerda a la época de Manjarín, de Mariano... Pedían casi a diario el menú del día en un mesón cercano a la estación de autobuses". Ha cambiado la santa trinidad para un futbolista: coche, ropa y mantel. Y del chalet en el residencial barrio de La Zapateira se ha pasado al piso de alquiler.

La 'nueva' plantilla ha pasado del marisco a la pasta italiana y del chalé al piso de alquiler

El tercer gran proyecto de Augusto César Lendoiro vuelve a estar a régimen en lo económico. En el primero apostó por descartes con tablas y se lo entregó a Arsenio. El resultado fue el Superdepor y una Copa en el saco. En el segundo sacó la chequera para contratar a figuras como Rivaldo, Djalminha, Tristán, Makaay y Luque, y se lo confió a Javier Irureta. Ganó una Liga, la inolvidable Copa del Centenariazo y llegó a las semifinales de la Liga de Campeones. Pero Lendoiro se quedó sin cebos, como suele oírsele. Se fijó en Joaquín Caparrós para madurar esta tercera etapa, caracterizada por la juventud y la frugalidad de las fichas. Al técnico le avalaba su etapa en el Recreativo en Segunda y el ascenso y consolidación del Sevilla en la élite, con un excelente trabajo con la cantera. Apadrinó a futbolistas como Reyes, Sergio Ramos, Jesús Navas o Antoñito y pretende repetirlo en A Coruña.

"Tuvimos una primera temporada para buscar futbolistas y dar salida a jugadores con contratos elevados", como Munitis o Tristán. "Había que hacer una reconversión como se hace en otro sector. Seguimos a muchos futbolistas de Segunda y de Segunda B con un perfil claro: gente con buenas condiciones que quisiera hacerse un nombre. Es un proyecto atípico en la alta competición, pero con la ventaja de que los futbolistas quieren venir aunque reciban ofertas económicas superiores. Oportunidades en Primera hay pocas. Éste es un equipo de futuro, aunque todavía gateemos", cuenta Caparrós.

Por ocho millones y medio de euros el Depor contrató a 15 jugadores. Cuatro millones se invirtieron en Riki, una de las pocas caras nuevas que un aficionado distraído podría reconocer por la calle tras su notable temporada en el Getafe. Además del madrileño, sólo un puñado había pisado un campo de Primera: Lopo (con casi 200 partidos en su currículo), Juan Rodríguez (Málaga), Bodipo (Alavés), Arbeloa (Real Madrid), Rodri (Barcelona), Estoyanoff (cedido por el Valencia), Barragán (Liverpool) y el portero Aouate (Racing).

El resto de refuerzos se pescaron en aguas en las que no se necesita un cebo tan grande. Verdú y Cristian (ambos de 23 años y del Barça B), Adrián (Oviedo), Filipe (Real Madrid Castilla) y Pablo Álvarez (Sporting) encontraron en Riazor una oportunidad a cambio de una soldada que oscila entre los 120.000 y los 200.000 euros brutos. Esta apuesta permite a Lendoiro lastrar una deuda que se le ha disparado hasta los 155 millones, según cifró en la junta de diciembre pasado.

Caparrós también administra el vestuario. A Barragán, campeón de Europa sub 19, lo tiene anclado en el banquillo tras un inicio explosivo. "Llegó con una forma muy alta. Tiene que aprender unos conceptos, pero volverá a ser importante", justifica. "Es bueno que los palos me los lleve yo por no poner a un chaval, que se los den a él por jugar mal. Cuando lo reclama la afición, el jugador se siente importante".

Sucedió cuando Estoyanoff saltó al campo contra el Celta. Pareció que regresaba Bebeto. La derrota contra el máximo rival "fastidia" en un preparador de sangre caliente. Pero durante el entrenamiento ha intentado contagiar optimismo en la plantilla más púber, con la del Atlético: "La derrota los endurece".

Aunque a Verdú no le dio bola hasta la séptima jornada, también pertenece al club de "agradecidos" por hacerlo debutar. "Es un fenómeno", opina Juan Rodríguez, que atraviesa por una situación similar a la de Barragán. "Míster, cuidado con el tractor. No vaya a ser que me lesione y no pueda jugar", bromea mientras posan para la fotografía. Riki, en cambio, está más pendiente de que se vea la marca que lo patrocina. También se ha caído alguna vez del once, pero es un jugador franquicia. Está en otra Liga. A Adrián, llegado con 18 años del Oviedo, le atenaza una timidez que muda en el campo con desparpajo. Hay buen rollo. "Dile que me ponga más", reclama con una sonrisa pícara el coruñés Iago Iglesias con el entrenador a su vera.

"¿Qué van a decir? Que soy la leche", se chotea el entrenador. "No ves que tengo esta palanquita a mano y los puedo tirar del tractor". También tiene la sartén por el mango y adelanta que su Baby System continuará husmeando en Ligas menores "para incorporar el mismo perfil de futbolistas la próxima campaña. Hay mucha materia prima por ahí taponada en los filiales".

Presiente que "el futbol español contempla expectante" el proceso, aunque no el fútbol que hilvana su equipo. "Sabemos que asumimos un riesgo grande. Es un proyecto a medio plazo". Le quedan dos años más de contrato para pulirlo: "Los presupuestos son importantes, pero no juegan. Y no conocemos el techo de estos chavales". Dependerá de sus botas. La oportunidad ya se la han dado. Los siguientes que la quieran tendrán que ser buenos "y baratos", añade Caparrós. Bonito no es necesario.

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