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Columna
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La rebelión de los paraguas

Las aceras de Madrid son demasiado estrechas y esquivas siempre, pero cuando llega la lluvia son bordes. Los paraguas se convierten, a lo tonto, en macarras que te pueden desgraciar un ojo al menor descuido. Este artilugio, inquietante como el murciélago, fue inventado por los chinos hace más de 3.000 años y no carece de connotaciones guerreras. Ramón Gómez de la Serna se percató de ello en una memorable greguería con aromas de chaparrón: "Abrir el paraguas es como disparar contra la lluvia". Ni el paraguas ni su prima cursi la sombrilla son tan inocentes como pretendió demostrar Mary Poppins.

Permanece gran parte del año recluido en un rincón de la casa, pero cuando sale se pone chulo, extiende sus alas y va por ahí marcando paquete, más orgulloso que la madre que lo parió. Puede ser elegante y señorial, pero también está dotado de innegables toques macarras. Un amigo psicólogo me asegura: "Si quieres conocer a alguien, observa cómo maneja el paraguas, tanto abierto como cerrado". Bueno, pues este invento chino, que no llegó a Europa hasta el siglo XVII, está seriamente mosqueado con la ciudad de Madrid, una urbe en la que los paraguas no tienen sitio a las horas punta. Los candidatos a la alcaldía de la capital debieran tener en cuenta algo tan elemental como que una ciudad es un gran conglomerado de paraguas, es decir, de peatones que intentan sobrevivir bajo la lluvia.

Los paraguas han de ser tenidos muy en cuenta por los políticos porque pertenecen al hit parade de las supersticiones hispanas, junto con los gatos negros, pasar por debajo de una escalera, la sal derramada o las tijeras abiertas. Es cierto que el paraguas se extravía con frecuencia, pero la cosa tiene su morbo, porque, según la superstición, si se pierde en un lugar extraño, es señal de que el destino depara alguna sorpresa agradable.

Tuve un profesor de Historia, hace ya un montón de años, que resumía así su visión de la vida: "Siempre debéis funcionar con un buen padrino, pero el mejor padrino de todos es el paraguas de la santa indiferencia".

Se está ensayando ya la campaña electoral. Madrid necesita muchas cosas, pero sobre todo sitio para los paraguas.

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