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Reportaje:

Javier Álvarez: "Vivo un momento de ilusión brutal"

El músico madrileño cierra hoy en Galileo Galilei la Semana de la Canción de Autor

La octava edición de la Semana de la Canción de Autor se despide esta noche en Galileo Galilei con un concierto en el que Javier Álvarez es su estrella principal. Inmerso en un montón de proyectos el artista madrileño confiesa a sus 38 años encontrarse en uno de los momentos más explosivos de su vida, que marcha sobre ruedas, dice, en lo personal y en lo profesional.

"Vivo un momento de ilusión brutal", asegura justo un año después de publicarse su último disco, Plan Be. "El disco fue el final de una etapa, incluso finalizaba con una canción que ahora interpreto como que ya anticipaba ese cambio, que entonces no veía así".

Ese momento de renacimiento por el que atraviesa Javier Álvarez, se traduce, entre otras cosas, en sentirse más libre en los escenarios: "He estado más suelto en este último año. He recuperado en los conciertos la tranquilidad que tenía hace diez años, cuando cantaba por las calles de Madrid, en el Metro, en los primeros cafés y en el Retiro".

"Adoro ese Madrid más pueblo que ciudad. De adoquín, de comercio pequeño", dice el músico

Es sabido que su debut discográfico, hace diez años, supuso para el autor un descoloque que le sumió en una profunda y célebre depresión: "Cuando me ficharon, quisieron convertirme en un fenómeno que yo no era, en un sex symbol... Yo no quería ser famoso, pero todo me desbordó y entré en esa crisis". Álvarez asegura que las cicatrices están curadas, pero que las heridas "aún pican un poquito". "Queda esa costra maravillosa, que ya no duele, pero que hace cosquillas dulces si se rasca un poquito", confiesa.

La evolución hacia esa madurez tranquila que ha vivido el artista, no ha ido en paralelo a lo que ha pasado en la ciudad de Madrid, que le vio nacer: "Sí, puede decirse que Madrid ha ido hacia el caos, y yo he ido hacia lo contrario". "Cierto es que las obras en el centro y por todo Madrid

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[vive desde hace 14 años a un par de calles del Centro Cultural Conde Duque, en pleno Barrio de Maravillas] son un horror, pero es que políticamente está estancada. No puede gobernar en una ciudad así veinte años la misma gente... el mismo signo político, eso es un cáncer maligno y terminal".

Para mirar a su ciudad, no son sólo las obras lo que preocupan al músico, sino también un mal mayor, ajeno a los partidos que la gobiernen: "Es la globalización, que está acabando con el Madrid del que yo he sido muy amante. Como madrileño, adoro ese Madrid más pueblo que ciudad. De adoquín, de comercio pequeño, donde se saluda a la gente y se come pipas en la calle. Madrid es muy callejera, y se ve que cada vez que sale un poquito el sol vas con los colegas a tomar unas cañas". Un poco apenado cree que ya no hay diferencia entre Logroño, Madrid y Nueva York. "Ahora todas las ciudades tienen las mismas cosas en las calles, los mismos símbolos y escaparates. A mí me encantaba sentarme en un banco a leer el periódico, y ahora Madrid ya no invita a eso".

El autor, adicto a los viajes en metro y a las grandes caminatas, prepara para su futuro disco un texto sobre la dictadura de los coches en las grandes urbes. A pesar de amar a su ciudad con todos sus sinsabores, sueña con poderse comprar un terreno en el campo, donde poner una casa y un pequeño huerto: "Soy un currito, vivo de la música pero nada sobrado. Soy austero y no derrocho".

Se aventura a decir que su próximo disco será muy diferente de lo que ha hecho hasta ahora, y veladamente anuncia un cambio hacia la dureza: "Escucho mis discos y me suena muy blandito". El final de una época que marcó Plan Be, le ha llevado hasta a replantearse un cambio de nombre artístico. "Yo no me he escondido de nada, y creo que muchas cosas que he dicho me han perjudicado. Es agotador, no me importa desnudarme, pero estoy harto de estar en pelotas. Ahora no sé porque hay que decir todo. Que me haya planteado cambiar de nombre, no significa que esté rayado con Javier Álvarez, pues me asumo como soy".

El momento de plenitud que asegura vivir lo proclamará esta noche en el Galileo Galilei (Galileo, 100. 21.30) solo con su guitarra, y mañana viernes al Centro Cultural Blas de Otero. Pero Javier Álvarez se guarda una pena para definir el Madrid de hoy: "Es menos tolerante. Nos miramos con sospecha entre unos y otros".

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