Las cosas, por su nombre
Estaba yo disparando mi M-16 frente a un colegio y de manera "presumiblemente accidental" maté a unos niños. Estaba Hezbolá lanzando unos misiles Qassam y de forma "presumiblemente accidental" mataron a un israelí. Puso la banda terrorista ETA una bomba en un coche y se produjo una matanza "presumiblemente accidental".
Lo sé, los anteriores supuestos son inauditos, insultantes y casi con toda seguridad jamás nadie escribiría nada parecido. Sin embargo, un ejército ocupante entra en una ciudad-campo de refugiados con tanques e infantería, dispara el fuego de sus cañones sobre población civil y la matanza que inevitablemente se produce es, para los editorialistas de este diario, que leo desde los catorce años, una "matanza presumiblemente accidental".
Es difícil entender por qué en ocasiones cuesta tanto llamar a lo evidente por su nombre: un acto de terrorismo de Estado. Clara y difícilmente se le puede poner otro nombre. Más de 50 muertos en una semana. Extraña particularmente que ese temor a llamar a las cosas por su nombre venga de un país donde por desgracia conocemos muy bien lo que es el dolor del terrorismo y sus formas de expresión. La impotencia frente a esta masacre que perpetra el ejército israelí se acentúa cuando vemos la reiteradísima pasividad de la comunidad internacional. Los ciudadanos de a pie nos preguntamos "¿yo qué puedo hacer?".
Por mi parte, acudiré el próximo sábado 18 al acto que por este tema se celebra en la sede de UGT en Avenida de América en Madrid y después iré a la embajada palestina de Madrid para donar sangre por si la necesitaran.
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