_
_
_
_
Reportaje:UN DÍA CON LA PATRULLA QUE PERSIGUE CONSTRUCCIONES ILEGALES EN MADRID

"A ver qué juez se atreve a derribar esto"

500 familias conviven en tres urbanizaciones edificadas sobre suelo rústico en Mejorada

Natalia Junquera

Los agentes del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) enseñan tres urbanizaciones de Mejorada del Campo -Villaflores, Balcón de Mejorada y El Tallar- como paradigma de la construcción ilegal. "Empiezan por una casita para las herramientas, luego se hacen un chalé al lado y como ven que no pasa nada, van a por la piscina", explica uno de los agentes. Las tres están construidas sobre suelo rústico, sin licencia de obra y sin la supervisión del colegio de arquitectos. Son 500 casas, cerca de 2.000 vecinos. Algunos llevan 20 años viviendo allí.

La entrada a esta especie de pueblo ilegal se llama calle Paraíso. Fueron sus propios habitantes los que en una junta de vecinos decidieron cómo iban a bautizar las calles o esos caminos de tierra que separan largas hileras de viviendas. Las hay para todos los gustos dependiendo de las aficiones de sus inquilinos: con piscina, con jardín, con huerta, con gallinero, con panales de abejas e incluso con alojamientos para halcones. Hay chalés de diseño clásico y otros más audaces, con sus propias cúpulas, caballos de piedra en la entrada y hasta tres pisos de altura. A cambio de todos estos antojos arquitectónicos, los vecinos batallan cada día con las incomodidades propias de una urbanización ilegal: no tienen suministro de luz, ni de agua, ni servicio de recogida de basuras...

Los vecinos compraron las farolas y obtienen luz eléctrica con grupos electrógenos
Más información
Agricultura anulará las inversiones en Librilla si se dedican terrenos de regadío para edificar

Con el agua, lo han probado casi todo: contratar a un camión cisterna que la repartía casa por casa; robársela a la Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH) y comprársela después a un precio pactado; robársela a Canal de Isabel II y empezar a pagársela tras lograr un contrato provisional con la empresa de abastecimiento después de encerrarse en el Ayuntamiento en señal de protesta y abonar la deuda acumulada: 130.000 euros.

Con la luz, más de lo mismo. Algunos chalés tienen placas solares. En su día, los vecinos compraron 100 farolas y se engancharon a Fenosa. Hoy tienen generadores de gasolina que hay que cambiar cada 12 horas, razón por la que una de las viviendas que se están construyendo es la del nuevo encargado de mantenimiento. "Le damos casa gratis, 1.200 euros al mes de sueldo, con seguro, para que esté pendiente. ¡Es un inmigrante húngaro y está encantado!", afirma Miguel Ángel Martínez, vecino de El Tallar y uno de los inquilinos más antiguos.

El Seprona de la Comunidad de Madrid tardó más de dos meses en rellenar cientos de folios sobre estas tres urbanizaciones ilegales. El atestado se encuentra pendiente de resolución en los juzgados de Coslada (Madrid) desde marzo de 2005. "Corroboramos el delito, hacemos el atestado y se lo enviamos al juez. Ahí termina nuestro trabajo. No podemos hacer más, y a ver quién es el juez que se atreve a demoler las casas de 500 familias", lamenta uno de los agentes de Seprona.

Los vecinos también son conscientes de que su única baza es la presión demográfica. "Yo fui de los primeros. Cuando construí mi casa me la estaba jugando, me arriesgaba a que me la tiraran porque estaba solo, pero ahora somos muchos y estamos más abrigados. Me animo mucho cuando veo que hay vecinos nuevos", explica Miguel Ángel Martínez. Compró su parcela de 2.500 metros cuadrados por 500.000 pesetas (3.000 euros) hace 23 años. Supo que el terreno que había comprado era rústico y no urbanizable poco después, cuando un juzgado de Madrid condenó

a seis años de cárcel por estafa al promotor que le había prometido que podría construir allí su chalé. "Esperé un tiempo prudencial y como vi que nadie nos solucionaba el tema, vendí mi piso y levanté aquí mi casa", explica.

Una de sus vecinas es Cristina Carrascosa, concejal del PP en el Ayuntamiento de Mejorada. "Llegó hace pocos años pero no se mueve por la legalización. El ayuntamiento no nos da ningún servicio pero pagamos el IBI", dice Miguel Ángel. Los primeros inquilinos llegaron hace más de 20 años y los últimos están construyendo ahora sus chalés en los trozos de parcela que les han cedido sus padres ante la dificultad de que se emancipen por la vía legal, más cara. "En frente venden chalés por 420.000 euros. Aquí, por 600 euros el metro cuadrado te levantas una casa. Sólo pagas los materiales y la mano de obra", añade.

"Cada vez se complica más porque funcionan con una política de hechos consumados. Tenemos que parar esa indisciplina urbanística. En la última reunión decidimos que lo mejor era incluirlos en el próximo Plan General", explica Fernando Peñaranda, alcalde de Mejorada (PSOE). El principal obstáculo para la legalización es el vertedero de residuos sólidos urbanos de la Rendija II. "No puede edificarse a menos de dos kilómetros, y están a ver quién se va antes, si los del vertedero o ellos", añade Peñaranda.

Hotel rústico de lujo e ilegal

Coronando las tres urbanizaciones ilegales, en lo alto de una colina, lindando con el vertedero de residuos tóxicos y peligrosos a un lado y con el de residuos sólidos urbanos al otro, se encuentra el hotel Alcobas Rústicas, hoy cerrado por orden del juez y tan ilegal como las 500 casas que lo rodean.

Su problema es el mismo que el de Villaflores, Balcón de Mejorada y El Tallar: está construido sobre suelo rústico y sin licencia de obra del Ayuntamiento. Además de la orden de cierre, tiene otra de derribo, paralizada, de momento, en el juzgado.

"Derribar 500 viviendas sería una solución muy drástica. Nadie está pensando en eso; pero en el caso del hotel el proceso contra la indisciplina urbanística es más duro porque tiene un fin lucrativo", explica el alcalde de Mejorada del Campo, Fernando Peñaranda (PSOE).

Ofrecía habitaciones "rústicas de lujo, con suites y jacuzzi para los más exquisitos", según la publicidad, y a pesar del enclave geográfico, tenía una buena lista de clientes, según constataron los agentes de Seprona y los vecinos de las urbanizaciones próximas.

"Venían muchas parejitas, y los fines de semana iba mucha gente de la urbanización a tomar algo al bar, a tomar el sol, a la piscina... Fue una pena que lo cerraran", lamenta Miguel Ángel Martínez, vecino de El Tallar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_