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Columna
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El pianista del PP

Dice la copla que debajo de la capa de Luis Candela, un corazón amante vuela que vuela, pero actualizada, en versión municipal y de cámara, sería: debajo de la tapa del piano de la alcaldía de Orihuela, 49.000 euros vuelan que vuelan. Que se lo pregunten a las monjas carmelitas, quienes entregaron la donación al entonces primer edil y virtuoso en estas instrumentaciones, Luis Fernando Cartagena. Por aquel desconcierto, donde tanto se afinó, la Audiencia Provincial de Alicante, lo condenó a cuatro años de cárcel, por malversación y falsedad, condena que ratificaría el Supremo, en 2004, y cuyo cumplimiento está pendiente del Consejo de Ministros, toda vez que Luis Fernando Cartagena solicitó el indulto, para no dar en el talego. El fiscal ha informado en contra de tal solicitud. Mediada la década de los noventa, Eduardo Zaplana, a la sazón presidente de la Generalitat Valenciana, venteó las habilidades y mañas del alcalde oriolano y lo colocó en el círculo de favoritos, nombrándolo consejero de Obras Públicas de su primer gobierno, y eso que la nueva ficha arrastraba ya las miserias de otra imputación, por un supuesto delito fiscal: había negociado primas únicas y opacas del Banco de Santander, lo que suponía una deuda a Hacienda de 310.000 euros. Si se percatan, las piezas encajaban y así, como quien no quiere la cosa, se iba haciendo partido y partida. Mientras, se incoó el sumario, en la Audiencia Nacional, pero como, por aquel entonces, Luis Fernando Cartagena era diputado autonómico y disfrutaba de la condición de aforado, su caso vagó, en solitario y algo despendolado, de Madrid a Alicante y viceversa, hasta que la Audiencia se lo adjudicó, por decreto, a los juzgados de Orihuela, que eran los competentes para proceder a la instrucción del correspondiente sumario; y finalmente la juez titular del número 4 lo instruyó, el pasado agosto. Mucho antes, allá por 1998, Luis Fernando Cartagena dimitió de piano y consejería, al ventilarse las rocambolescas desventuras. El ahora procesado tiene que hacer frente a los tres años de cárcel -en tanto confía en el indulto de los otros cuatro- y a una multa muy superior a la cantidad presuntamente defraudada, que la Fiscalía Anticorrupción de Alicante le pide en sus conclusiones. No resulta nada extraño que, en estos tiempos de tejemanejes y señores de tala y ladrillo, el llamado caso Cartagena, pionero de una sórdida ascensión, provoque una caudalosa bronca de la oposición, más que harta de tanto desmán y tan bien administrado cinismo. Desde un PP "como partido de la corrupción", según la vicesecretaria del PSPV, hasta "la corrupción es una seña de identidad del PP y sus precedentes se confirman ahora", y el ejercicio de encubridores y cómplices que les imputa a Zaplana y Camps, la coordinadora de EU, hay poco ingenio, pero mucha pegada y más evidencias. El pianista del PP puede inaugurar una siniestra galería de personajes de la derecha hormigonera. Ah, y el gobierno de Israel, continúa asesinando palestinos.

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