La lógica de la euforia
Para más de tres millones de familias españolas, la Bolsa se ha convertido en los últimos 10 años en un mercado rentable donde colocar parte de su ahorro. La revalorización de los activos financieros, como en el caso inmobiliario, es una condición esencial para la confianza económica de los inversores y consumidores. Se comprende, pues, fácilmente la importancia del excelente momento del mercado bursátil español. El martes pasado, el Ibex superó la cotización de los 14.000 puntos, con una ganancia acumulada de más del 30% durante el año. Existe además una probabilidad elevada de que el ciclo alcista continúe, puesto que el precio del dinero o coste del capital está hoy muy por debajo de la rentabilidad esperada en el mercado. Pero todos los pronósticos que puedan hacerse apenas reflejan la intensidad del cosquilleo eufórico que están viviendo los inversores.
Parte de la expansión bursátil se explica perfectamente por razones estrictamente económicas. Los resultados empresariales marchan viento en popa, la economía española crece sin desmayo, la europea empieza a hacerlo y los tipos de interés todavía no se han situado clara y sostenidamente por encima de la inflación. Por si fuera poco, el precio del petróleo retrocede día a día en los mercados internacionales. Sin embargo, en España el empuje alcista de la Bolsa es mayor por una circunstancia especial: los inversores están anticipando una avalancha de cambios en la propiedad de empresas con un gran peso en el mercado -Endesa, Iberdrola, Repsol, Unión Fenosa- a manos de empresas constructoras o gestoras de concesiones -Acciona, Sacyr, ACS- y con el respaldo de una parte del sistema bancario. Todos los grandes actores económicos están pues sobre el escenario y los inversores se apresuran a realizar sus apuestas sobre un terremoto accionarial sin muchos precedentes.
En momentos de tráfico tan intenso de inversiones es cuando el regulador debe extremar el cuidado sobre la transparencia del mercado, y requerir todas las informaciones que considere necesarias para que los participantes del mercado puedan decidir libremente sus operaciones y los pequeños accionistas puedan acceder a las oportunidades de beneficio en igualdad de condiciones que los más grandes. El mercado español es hoy más transparente que el de 10 años atrás, pero todavía tiene que mejorar. Por ejemplo, en reducir la información privilegiada o en controlar las recomendaciones de algunos intermediarios financieros y agentes bursátiles.
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