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Columna
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'Sadamizar'

Rosa Montero

Que no se nos olvide que Sadam Husein es un verdadero monstruo. El desastre bélico de Irak, las manipulaciones políticas de la crisis y el largo y turbio juicio nos pueden haber hecho creer que el antiguo dictador era ese viejo payaso que vociferaba insensateces ante el tribunal. Pero no. Sadam fue un tirano atroz equiparable a los asesinos más terribles de la historia, como Pol Pot, Hitler o Stalin. Como monstruo que es, me gustó verle sentado en el banquillo de los acusados, despojado de su poder mortífero. Pero ya ven: su condena a la horca me ha repugnado. Estos juicios políticos, y estas penas de muerte, terminan siendo sucias pantomimas del mundo de derecho que pretenden representar. También lo fue el juicio de Núremberg, pese al horror criminal de los nazis. Al ejecutar a los asesinos, al comernos a los caníbales, como diría Borges, nos acercamos peligrosamente a ellos.

La supresión de la tortura y de la esclavitud, el sufragio universal y la abolición de la pena capital son los cuatro grandes pilares de la modernidad y del progreso. La tortura y la esclavitud fueron prácticas habituales hasta los siglos XVIII y XIX. Hoy hay un acuerdo mundial en contra de ellas y, aunque por desgracia esto no significa que no existan (ahí está la CIA pidiendo que se silencien las torturas, ahí están las esclavas sexuales), su ilegalización formal es un gran paso. En cuanto a las otras dos cuestiones, nos encontramos justamente en medio de la batalla para consolidarlas. Desde 1980 hasta 2000, 81 naciones progresaron en el camino hacia la democracia promoviendo importantes cambios legales. En la actualidad 140 países, de entre los casi 200 que existen, tienen elecciones multipartidistas: el sistema democrático avanza, aunque sea en forma precaria. Lo mismo sucede con la pena de muerte, que ha sido abolida desde 1990 por más de 40 Estados. En total, 129 naciones la han abandonado legalmente o en la práctica, y sólo sigue vigente en 68 países. Entre ellos destaca Estados Unidos, que es la única democracia desarrollada que respalda semejante infamia (en los últimos 30 años han ejecutado a más de 1.000 personas). Una vergüenza que nos ensucia a todos, de la misma manera que ahorcar a Sadam nos sadamiza.

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