La óptica etarra
ETA ha hablado de nuevo, afortunadamente no con las armas, para subrayar que el proceso de paz está en crisis y advertir que "se romperá" si el Gobierno no da "pasos visibles" este otoño en el cese de la "represión" y el respeto a la "voluntad de los vascos" a decidir. El último de los Zutabe de la banda, difundido ayer a través de los diarios de su órbita, Gara y Berria, rezuma el mismo tono chantajista y de ultimátum que exhibía el boletín interno del pasado agosto de la organización terrorista, así como una interpretación coactiva del proceso muy preocupante, bien alejada del discurso del líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, hace dos años en Anoeta de que había llegado la hora de hacer política en la mesa y no con las pistolas.
Insiste ETA en el incumplimiento de supuestos compromisos pactados con el Gobierno antes del alto el fuego permanente de marzo, para poner fin a las detenciones, suspender el procesamiento de dirigentes etarras y batasunos y apalabrar la legalización de los de Otegi. El Ejecutivo socialista siempre ha desmentido la existencia de acuerdos secretos, pero incluso si así fuere rebasarían sus propias competencias. No es posible pactar nada con los etarras mientras no hagan un firme compromiso público de que han decidido deponer las armas. Las reglas del juego, les contestó ayer el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, "no se cambian con comunicados ni con chantajes". Rubalcaba reiteró también la voluntad de "iniciar el diálogo" con la banda, siempre que haya ausencia de violencia. Es lógico que así sea, aun cuando cabe preguntarse cuáles son los límites de tolerancia del Gobierno para iniciarlo, a la luz de la continuidad de episodios de kale borroka y del robo de pistolas en Francia (nada dice el zutabe al respecto) a manos presuntamente de un comando de la organización.
La óptica de ETA es muy preocupante, pese a anunciar que hará "un nuevo esfuerzo en el carril de la negociación" con el Gobierno a fin de "reconducir el proceso". Y lo es porque, sin renunciar a las armas, muestra su voluntad inequívoca de querer guiar el desarrollo de la futura mesa de partidos y de que se le garantice por adelantado lo que considera derechos irrenunciables del pueblo vasco: la autodeterminación y la integración de Navarra a Euskadi. Pero lo más decepcionante de la situación es constatar cómo Otegi y los suyos siguen sometidos al discurso de la banda y no quieren o no saben desmarcarse. La respuesta del Gobierno debe ser clara: con violencia no hay diálogo y la única vía para la legalización de Batasuna es que cumpla los requisitos de la ley, es decir, condenar la violencia y distanciarse de los terroristas.
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