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Reportaje:El terrorismo islamista

"¿Se puede servir a un Ejército infiel?"

Tres soldados musulmanes han sido invitados a dejar sus regimientos por presunto proselitismo fundamentalista

José María Irujo

"¿Se puede servir a un Ejército infiel?", preguntó por teléfono un espectador a un ulema (sabio en materia teológica-jurídica) de la televisión árabe Al Yazira, con sede en Qatar. La llamada se produjo desde España y el anónimo comunicante que pidió consejo era un militar musulmán español. Uno de los muchos soldados musulmanes que sirven en el Ejército en los acuartelamientos de Ceuta y Melilla. El 30% de los 8.000 militares destacados en estas ciudades son ya musulmanes.

Éste y otros dos soldados de confesión musulmana, uno de ellos cabo primero, han sido "invitados" por sus mandos a abandonar el Ejército por sus "ideas radicales" y presunta actividad fundamentalista, según aseguran fuentes de la lucha antiterrorista. Los tres servían en Ceuta y Melilla y han pedido la baja cuando se les sugirió que se fueran. ¿Qué pruebas había contra ellos? "La llamada del que hizo la consulta a Al Yazira está grabada. Cuestionaban la obediencia debida y se preguntaban si hacían bien sirviendo a un Ejército infiel. Sembraban dudas y hacían proselitismo radical entre sus compañeros", asegura una fuente oficial.

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Estos tres casos, excepcionales entre los más de 2.400 soldados de esta confesión religiosa, se han gestionado con discreción para evitar susceptibilidades entre la comunidad musulmana, muy arraigada y numerosa en las dos ciudades. La población musulmana de Melilla asciende a 26.400 de los 64.400 habitantes. Entre los 71.500 ceutíes hay unos 27.000 musulmanes. Y sigue creciendo. En la próxima década serán mayoría en ambas ciudades, según algunas estimaciones.

La frase "especial seguimiento a los militares musulmanes y el control del integrismo en los cuarteles" figuran en informes reservados sobre vulnerabilidad y amenazas permanentes de ambas comandancias generales, al menos desde el año 2001, y son un constante elemento de atención por el temor a la infiltración de terroristas. Al igual que en ejércitos de otros países. "Dentro de ese colectivo se ha detectado el mismo nivel de penetración del radicalismo islamista que en el resto de la comunidad. No es mayor ni menor", asegura un especialista en terrorismo internacional.

Los mandos naturales son el primer nivel de vigilancia y observación, aunque en ocasiones se cometen errores y despropósitos. Como el del cabo primero que el pasado 15 de mayo mandó formar en el cuartel de las islas Chafarinas a varios soldados, acusados de robar un GPS (sistema de localización) y un machete, y ante sus protestas y negativa les espetó: "¿Qué es esto, una guerra islámica?". Diez de ellos acaban de ser condenados por desobediencia a varios meses de prisión por un tribunal militar en Melilla.

Yonaida Selam, presidenta de la asociación Intercultura de Melilla, asegura que se cuestiona el apego de la tropa. "Tengo el testimonio de uno de mis familiares. Le preguntan de qué lado se pondría en caso de una guerra con Marruecos. Hay un clima de islamofobia. Los musulmanes están bajo sospecha, especialmente en los cuarteles". Una opinión que no comparten varios soldados musulmanes consultados por este periódico en las calles de Melilla.

"No hay racismo y nos respetan. No sé si lo hacen porque somos mayoría, pero nos respetan", dice el legionario Redwan, de 21 años a las puertas del Tercio. Para Ahmed, soldado de caballería de 24 años "no hay discriminación ni racismo. Aquí dentro hay lo mismo que fuera de los cuarteles, una palabra más alta que otra o un insulto cuando se discute entre compañeros. La integración es buena". Ouled, de 20, asegura que en su cuartel se llevan "muy bien" con los cristianos.

Sus quejas apuntan en otra dirección: "Te dan la comida a las dos de la tarde y nosotros comemos a partir de las siete y media. En Ramadán te coges una manzana y la guardas para la noche. A veces hay problemas con las guardias. No hay sitios habilitados para rezar, tienes que hacerlo en cualquier esquina aunque los viernes te dan una hora y media para ir a la mezquita".

Abdesalam Hamadi, de 53 años, responsable de la comunidad islámica Al Bujari de Ceuta, dice que desde hace dos años se aplican los acuerdos entre la comunidad y el Ejército y asegura que este colectivo es el único que no plantea problemas con la identidad religiosa: "Se sienten orgullosos de servir a la bandera española. Van con sus familias a los desfiles y no se debe cuestionar su lealtad". Abderramán Benyahia, de 42 años, secretario de la Comisión Islámica de Melilla, coincide en que la relación de la comunidad con el Ejército es "fluida y correcta".

El Ejército se ha convertido en la única salida profesional para muchos jóvenes musulmanes. Chicos y chicas que acceden así a su primer sueldo y circulan orgullosos por su barrio con el coche tuneado y la radio a todo volumen. "Nos pagan 1.200 euros al mes y puedes aprender una profesión. Es una buena oportunidad", explica Redwan.

El colectivo musulmán, en su mayoría español, siempre ha sido el más desfavorecido por la Administración en las dos ciudades, según se desprende de las estadísticas de paro y fracaso escolar. Basta darse un paseo por los barrios ceutíes de El Príncipe, Jadú, Rosales y Benzú, o la Cañada de la Muerte en Melilla para comprender por qué los políticos musulmanes de ambas ciudades hablan siempre de marginalidad. Un caldo de cultivo para la delincuencia y, a veces, la yihad, en opinión de los expertos.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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