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Crónica:Ciencia | IDEAS QUE MUEVEN EL MUNDO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Progreso

Hay muchos más conceptos que palabras. Por eso hacemos frases. Una idea cabe en una frase, pero no una teoría con su esquema conceptual a cuestas. Por eso escribimos libros y artículos. En general, todo conocimiento revolucionario necesita nuevos conceptos. Hay dos maneras de hacerlo: afinando el significado de una palabra existente o inventando otra nueva. La ciencia se nutre del léxico cotidiano para fijar nuevos conceptos con el rigor y la precisión que necesita. Y, cuando ello ocurre, no se descarta que la palabra rebote enriquecida al lenguaje común para ayudarnos a mejor pensar y conversar. No es lo mismo fuerza o energía antes que después de Galileo y Newton, ni calor antes que después de Joule, ni espacio y tiempo antes que después de Einstein, ni incertidumbre antes que después de Heisenberg... El darwinismo quizá sea la revolución científica que más palabras ha puesto sobre la mesa para una eventual redefinición conceptual: complejidad, adaptación, (auto) organización, sobrevivencia, innovación, competencia, colaboración, eficacia... Pocos eluden el debate intelectual más trascendente de este siglo: científicos, filósofos, teólogos, sociólogos, economistas... Elijo un pensador y un concepto: Stephen Jay Gould, y la palabra progreso. El desaparecido profesor de Harvard es el gran animador del debate. Lo es por muchas cosas, pero, en especial, por negar el interés de la idea de progreso en la evolución de los seres vivos.

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La tormenta de las ideas

Para Gould los seres vivos más simples y más antiguos son, todavía hoy, los que mejor se adaptan a las condiciones más variadas y extremas del planeta: las bacterias. ¿Progreso? ¿Para qué necesitamos un concepto tan antropocéntrico y tan cargado culturalmente? Tal es la opinión de la mayor parte de los biólogos. Sin embargo, la relevancia científica, social, económica y política del término es tan colosal que quizá sea pronto para reconocer nuestro fracaso y echar la culpa a la palabra.

¿Qué es el progreso? En es

te caso, el antropocentrismo no es una postura metodológica, pero sí, y por una vez, una buena pista. La esencia del progreso no puede estar en la masa lograda por una población (bacterias), ni en el dominio sobre los demás (plaga), ni en la probabilidad de sobrevivir mil años (imposible de calcular), ni en el tamaño del ADN (cebollas y salamandras escalarían, absurdamente, lugares de privilegio), ni en ninguna de las definiciones lícitamente refutadas por Gould.

Una definición de progreso parte de dos conceptos previos: la individualidad viva (organismo, sociedad, población...) y la incertidumbre de su entorno (donde viven el resto de las individualidades). He aquí una sugerencia inspirada en la termodinámica del no equilibrio: "Una individualidad progresa cuando gana independencia respecto de la incertidumbre de su entorno".

La definición funciona para comprender progresos y regresos, bacterias, y humanos, sus éxitos y fracasos... Y quizá sirva también para elegir líneas de progreso en un planeta convertido hoy en un paciente camino del desastre. La idea tiene una consecuencia inmediata: si progresar es ganar independencia, entonces lo prioritario es, por delante de absolutamente todo, el conocimiento. Ningún partido político lo ha propuesto todavía.

Jorge Wagensberg es director del Museo de la Ciencia CosmoCaixa, en Barcelona, y autor de A más cómo, menos por qué: 747 reflexiones con la intención de comprender lo fundamental, lo natural y lo cultural (Tusquets).

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