Un grano de arena contra el calentamiento
Un profesor de instituto relata cómo reduce un 70% el consumo de electricidad en el hogar
Fue hace unos meses cuando Ladislao Martínez, de 48 años, descubrió un extraño aumento de 17 kilovatios-hora (kw.h) en la factura bimensual de consumo eléctrico. Días más tarde se levantó de madrugada a por un vaso de agua y reparó en la causa de aquel repunte: la puerta de su frigorífico no cerraba bien y la luz se quedaba siempre encendida. Poco después le puso remedio: una goma elástica que tira de la puerta y la mantiene totalmente hermética.
Contado así podría parecer que este profesor de Física y Química en un instituto madrileño es un tipo un tanto raro; ¿quién se preocupa por una subidita de 17 kw.h? Pues no. Ladislao es un tipo normal, sin ningún rasgo que evidencie su capacidad para detectar anomalías en las facturas de consumo eléctrico. Lo que ocurre es que Ladislao, miembro de la organización Ecologistas en Acción, es uno de los ciudadanos que ha decidido tomar medidas ante el calentamiento de la Tierra y las consecuencias desastrosas que éste puede tener sin esperar a que los políticos tomen grandes decisiones.
"Nos nos privamos de grandes cosas. Para ahorrar, a veces basta un simple gesto"
"Los ecologistas tenemos que dar ejemplo", sentencia. Su manera de hacerlo es reducir el gasto de consumo energético. Con unas cuantas medidas y una sencilla logística hogareña en las costumbres, Ladislao ha conseguido reducir el gasto de energía en su casa a menos de 1.000 kw.h anuales, menos de una tercera parte de lo que consume la media de los hogares españoles (3.300 kw.h al año).
El secreto de ese ahorro reside en conocer bien las costumbres que siguen él y su pareja y en una cierta disciplina que les hace, por ejemplo, dejar de usar el aire acondicionado en favor de un ventilador estratégicamente colocado en el lugar donde ambos suelen echar la siesta.
"No nos privamos de grandes cosas. Lo que hacemos es ahorrar, y eso a veces se consigue con un simple gesto", asegura Ladislao. Por ejemplo, casi todas las bombillas de su casa son fluorescentes. Son más caras pero se rentabilizan en un año porque duran hasta 8.000 horas más que una bombilla normal.
Ladislao también ha optado por utilizar regletas de varios enchufes con interruptor, adonde van a parar casi todos los cables de los electrodomésticos. Accionando esos interruptores, el profesor y su esposa apagan totalmente el ordenador, la televisión, la cadena de música y el DVD. Dejar el piloto encendido de uno de esos electrodomésticos supone un 10% del consumo eléctrico y puede salir por unos 15 euros anuales, según las organizaciones ecologistas.
La casa que Ladislao comparte con su mujer es un ático de 94 metros cuadrados útiles perfectamente aislados con cristales dobles. "Eso y la luz que nos da durante todo el día. No es una casa que demande demasiado calor. El problema se da más en verano pero para eso hemos colocado estos grandes toldos que dan sombra en toda la terraza y en el salón", explica. El frigorífico, el de la puerta averiada, es de clase A, es decir, de bajo consumo y que supone un 55% menos de la energía que utilizaría para la misma labor una nevera de tipo medio. "Lo importante es comprar los electrodomésticos adecuados para tus necesidades. Eso exige dedicar tiempo antes de comprarlos para informarse y para saber qué es lo que te va a ser útil", opina.
Los hábitos en el hogar de Ladislao se completan con el reciclaje de las basuras, con el control del gasto del agua a la hora de fregar los platos, la utilización de gas natural en lugar de vitrocerámica y el uso del transporte público en lugar del coche.
El pasado lunes, el primer ministro británico, Tony Blair, lanzó la alarma con un informe sobre el impacto que puede tener el calentamiento del planeta en la economía y las medidas que hay que tomar para evitar un desastre en el futuro. Una de ellas es que los consumidores tomen conciencia de que pueden aportar su grano de arena con el ahorro de la energía doméstica. Ladislao es uno de los que ha empezado a hacerlo. "Los ciudadanos tenemos parte de responsabilidad pero los que tienen que resolver el problema son los gobiernos obligando a las industrias a reducir sus emisiones de CO
2", concluye.
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