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El conflicto de Oriente Próximo

El Ejército israelí mata a ocho palestinos en una nueva ofensiva sobre Gaza

El Gobierno de Olmert amplía las operaciones y concentra blindados en el sur de la franja

Ocho palestinos, entre ellos cinco milicianos y un policía, además de un soldado judío, murieron ayer en Beit Hanun, en la franja de Gaza. Los heridos se cuentan por decenas. Casi 350 personas, más de la mitad civiles, han fallecido bajo el fuego israelí desde que Hamás capturase, en junio, al soldado Gilad Shalit. A juicio de Ehud Olmert, primer ministro israelí, no es suficiente. Su Gobierno aprobó el endurecimiento de los ataques. Pretende detener el lanzamiento de cohetes -ayer cayeron nueve- e impedir el rearme de Hamás. Y no oculta un último objetivo: derrocar al Ejecutivo islamista.

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Una nueva matanza sacudió durante la madrugada y primeras horas de la mañana la castigada ciudad de Beit Hanun, en el noreste de la franja mediterránea. Seis de los fallecidos palestinos eran milicianos o policías. Algunos de ellos murieron en ataques de la aviación o de los tanques israelíes y otros, por disparos de francotiradores que alcanzaron al menos a un par de hombres que intentaban recuperar sus armas en plena estampida.

Al menos 45 personas resultaron heridas, algunas de ellas de gravedad. La cifra de muertos aumentará previsiblemente porque, según fuentes sanitarias palestinas, los soldados no permitieron rescatar a heridos que se encontraban en el interior de un edificio. Con las víctimas de ayer, se aproximan a 350 las personas muertas -entre ellos dos centenares de civiles, incluyendo unas 140 mujeres y niños- desde que Shalit fuera hecho rehén en una operación de Hamás contra una base militar israelí lindante con Gaza. En la operación militar, la más grave en Beit Hanun desde la retirada de los militares israelíes de la franja en agosto de 2005, según varios vecinos, perdió la vida el primer soldado israelí por fuego palestino en cuatro meses.

El presidente palestino, Mahmud Abbas, calificó el ataque de "despreciable". "Israel", aseguró, "actúa así de manera sistemática y sin ningún motivo". El primer ministro, el islamista Ismail Haniya, declaró que la operación forma "parte de la presión contra el Gobierno y contra el pueblo palestino". No será la última.

El Gabinete reducido para asuntos de seguridad, reunido ayer, dispuso la continuación de los ataques, tal y como han venido produciéndose en los últimos cuatro meses. Es decir, los soldados se adentran en la franja de Gaza, matan a quienes consideran "terroristas" y se retiran a las pocas horas para entrar de nuevo horas o días después. Aunque el objetivo declarado es poner coto a las milicias que disparan cohetes artesanales sobre suelo israelí y atajar el rearme de Hamás, se deduce de la declaración oficial que el derrocamiento del Ejecutivo de Hamás es una de las metas primordiales. "El Gobierno ha aprobado medidas que permitan a elementos responsables de la Autoridad Palestina, excluyendo al Ejecutivo de Hamás, llevar a cabo sus responsabilidades". Se ignora cuáles pueden ser esos "elementos responsables", dado que Olmert y sus ministros no se han privado de despreciar al presidente palestino, Mahmud Abbas, moderado donde los haya.

El Ejecutivo de Olmert también aprobó "medidas para relajar las restricciones que pesan sobre la población de Gaza que no está envuelta en actos de terrorismo e impulsar proyectos humanitarios". Una declaración frecuente en los partes oficiales que causa estupor y sonrojo entre numerosos analistas políticos, a la luz de las penosas condiciones de vida en los territorios ocupados.

Túneles hacia Egipto

La violencia no va a cesar. Desde anteanoche, decenas de vehículos blindados del Ejército israelí se concentran a las puertas de Rafah, en el extremo sur de la franja junto a la frontera egipcia, a la espera de órdenes más contundentes. Los generales, severamente criticados por el manejo de la guerra contra Hezbolá en verano, aseguran que no permitirán que Hamás se haga con un arsenal que pueda poner en jaque a Israel.

Aunque las circunstancias de ambos movimientos islamistas son radicalmente diferentes. Mientras Hezbolá contaba con unos aliados que alimentaban sus depósitos de armas a través de la frontera siria, Hamás no cuenta con un vecino dispuesto a fomentar el contrabando. De ahí la enorme cantidad de túneles que horadan los límites entre Gaza y Egipto, por donde se trafica con productos que van desde las armas hasta el queso.

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