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Un arma de doble filo

"No son las sanciones en sí mismas las que tendrán un impacto en el comercio norcoreano, sino la incertidumbre y los riesgos provocados por la situación actual, que pueden disuadir a la gente de hacer negocios con Corea del Norte", asegura Kim Tae Hyun, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad surcoreana Chung Ang.

Los expertos afirman que todo dependerá de la actitud que adopten Pekín y Seúl, con quien Pyongyang realiza el 39% y el 26% de su comercio, respectivamente. Ambos países temen que un exceso de presión enfurezca a Kim Jong-il y desestabilice el régimen.

Para China, los florecientes intercambios con el Norte son importantes no sólo porque sirven para mantener la situación en el país estalinista, sino porque a cambio obtiene materias primas, como carbón, que tanto necesita para su propia economía.

Además, el comercio se produce con una región -el noreste de China-, prioritaria en los planes de desarrollo del Gobierno. "Todo el mundo sabe que las sanciones económicas son un arma de doble filo. Cualquier medida también afectaría a la economía china, especialmente en la región nororiental, y esto es parte de la razón por la cual Pekín es reacio", dice Kim.

En Yanji, la activa capital de la prefectura autónoma de Yanbian, a 50 kilómetros de Tumen, donde el 60% de la población es de etnia coreana (una de las 56 etnias que hay en China), quienes han oído hablar de la prueba nuclear se muestran cautos. "Aquí hay muchas empresas que hacen negocios con Corea del Norte, pero yo creo que la situación sólo afectará a unas pocas", dice Chen Lei, un empresario de 26 años.

Pyongyang exporta minerales, acero, ropa, pescado o setas matsutake -muy apreciadas en Japón-; e importa energía, cereales, carne, maquinaria, aparatos electrónicos y coches. China le proporciona a su vecino el 90% del petróleo que consume.

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