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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Absentismo en la universidad

Quisiéramos plantear un asunto que nunca se menciona en los frecuentes artículos sobre educación. Se trata del absentismo masivo de los alumnos en las universidades públicas españolas. Esta última matización es necesaria porque, sabedoras del problema, las privadas ofrecen entre sus servicios un control riguroso de asistencia (que incluye una comunicación a los padres -los que, por regla general, pagan los costes- de aquel alumno que tenga un número de faltas superior a cierto límite establecido). ¿Qué ocurre, en cambio, en las universidades públicas (exceptuando a la UNED)? En algunas de ellas la asistencia es obligatoria (ver, por ejemplo, el Estatuto del Estudiante, título III -De los deberes de los estudiantes-, artículo 43, de la UCM) y, sin embargo, esta norma se incumple de forma reiterada. Creemos no equivocarnos al afirmar que, salvo rarísimas excepciones, las únicas aulas llenas son aquellas en las que el profesor, explícita o implícitamente, comunica a sus alumnos que el aprobar la asignatura está íntimamente vinculado a la asistencia a clase. Esto convierte la asistencia regular a clase en algo excepcional, cuando debería ser norma general.

El que no va a un lugar determinado (sea un centro de ocio o de aprendizaje) es porque no le interesa. Por ello, si las aulas registran una asistencia baja cabe deducir que la enseñanza superior interesa poco a sus destinatarios. Desde nuestro punto de vista, la misión del profesor universitario es transmitir conocimientos y contribuir a formar profesionales para la sociedad del futuro. Y si de transmitir un mensaje se trata, es preciso tener un emisor y un receptor. Ahora bien, ¿qué mensaje le podemos transmitir a un alumno que no viene ningún día a clase? ¿Y a aquel que asiste, digamos, el 50% de las veces? ¿Qué interés tienen uno y otro? ¿Para qué se han matriculado? ¿Y por qué permiten las autoridades académicas matricularse a alumnos y luego no les exigen un adecuado rendimiento? No olvidemos que la universidad pública se financia con los impuestos -que es dinero de todos-, que deben ser gastados con eficiencia y eficacia.

No es tarea del profesor universitario el controlar la asistencia a clase de sus alumnos -éstos son mayores de edad, con todo lo que ello significa, en cuanto a derechos y deberes-. En cambio, es obligación de las autoridades el cumplir y hacer cumplir las normas establecidas. Por ello, rectorados y decanatos deberían velar por que los alumnos matriculados aprovechen sus estudios: asistiendo a clase, estudiando y examinándose. En fin, ahí quedan las anteriores preguntas, por si las autoridades académicas o los sociólogos quieren opinar.

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