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Motociclismo | Trigésimo título español
Columna
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La frontera de los 250cc

Gracias a las ocho victorias conquistadas a lo largo de esta temporada, Lorenzo ha conseguido proclamarse campeón de 250cc. Es el décimo español que se adjudica un título mundial de velocidad y el tercero en lograrlo en la clase del cuarto de litro, después de Dani Pedrosa y Sito Pons. Para entender lo que representa esta categoría para nuestros pilotos conviene echar un rápido vistazo al palmarés y entretenerse un poco desmenuzando las estadísticas.

En el olimpo de los pilotos nacionales brilla en primer lugar un Ángel Nieto dueño de siete títulos de 50cc y seis de 125cc durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. Después, Jorge Martínez Aspar, cuatro veces campeón mundial (tres en 80cc y una en 125cc) entre 1986 y 1988. Luego, Dani Pedrosa, con una corona en 125cc (2003) y dos en 250cc (2004 y 2005); el desaparecido Ricardo Tormo, bicampeón de 50cc en 1979 y 1981; Sito Pons, también doble campeón, pero en 250cc (1988 y 1989); Alex Crivillé, con un título en 125cc (1989) y otro en 500cc (1999), y finalmente Manuel Champi Herreros, ganador en 80cc (1989); Emilio Alzamora, en 125cc (1999), y Álvaro Bautista, que hace un mes se proclamó campeón del octavo de litro.

De ahí se desprende un claro predominio de laureles obtenidos en las cilindradas mínimas, 24 en total (50cc, 80cc y 125cc), por una única corona en la antigua categoría reina (500cc). Hay que tener presente que el Mundial no siempre ha sido cosa de tres clases, pero entre las pequeñas (50cc -sustituida en 1982 por la de 80cc, eliminada en 1989, y 125 cc), y las grandes (350cc -derogada en 1982-, 500cc -a la que reemplazó la MotoGP en 2002-, y sidecares, hoy casi en el olvido), la mediana (250cc) venía a ser una suerte de categoría-frontera.

Tradicionalmente, los latinos y centroeuropeos se forjaban en las primeras y daban el salto al cuarto de litro. Para los anglosajones, bregados sobre máquinas de cuatro tiempos, los 250cc solían ser la puerta de entrada a la competición internacional. Hasta finales de los ochenta la mayoría de los españoles provenían de la escuela de las pequeñas monocilíndricas de dos tiempos. Pocos lograron cruzar con éxito el rubicón de los 250cc. Hubo dos excepciones, lamentablemente frustradas: Santiago Herreros iba lanzado hacía el título en 1970, cuando perdió la vida en la isla de Man sobre su Ossa 250 monocasco, y, cinco años antes, Ramon Torras habría sido un serio contendiente con la Bultaco TSS 250 de no haberse matado en un absurdo accidente durante una carrera en Tarragona.

Dos pérdidas irreparables que hicieron flaquear a los fabricantes, seriamente afectados en lo personal; luego, Derbi no conseguiría emular los éxitos de sus pequeñas 50cc y 125cc con la efímera 250cc (que sólo alcanzó un triunfo en Austria en 1972), pero del germen de aquella industria surgiría una generación capaz de batirse con eficacia en la media liga, con Carlos Cardús, Joan Garriga y Sito Pons, el primero en lograr el título de 250cc. Se abrió una era. Veinte años después, todo indica que el momento de irrumpir en la categoría máxima no puede tardar.

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