Cadenas hipotecarias
El elevado endeudamiento de las familias es una de las incertidumbres de la prosperidad que viene disfrutando España durante los últimos ocho años; y lo es no sólo por el volumen de la deuda acumulada, sino también por el peso amenazador de las cargas hipotecarias. Las medidas de abaratamiento contenidas en la Ley Hipotecaria pretenden aliviar el peso para los consumidores de algunos gastos de los préstamos hipotecarios, como por ejemplo la comisión de cancelación, la elevación de la bonificación en los gastos notariales y registrales de las subrogaciones o novaciones o la exigencia de más información de las entidades financieras a sus clientes.
El abaratamiento de los precios de constitución de las hipotecas es un terreno en el que otros gobiernos ya actuaron. Cualquier rebaja favorece al mercado hipotecario, sobre todo si se aventura con cierta verosimilitud que en los próximos meses aumentará el número de revisiones y subrogaciones. Ahora bien, el buen funcionamiento del mercado hipotecario no se garantiza sólo con la rebaja de los costes de formalización y traspaso de los préstamos. Una aproximación racional a la vivienda plantea sobre todo desacelerar el crecimiento de los precios de los pisos, que debería conseguirse limitando la especulación del suelo, construyendo más viviendas protegidas y estimulando el mercado de alquiler.
Otro objetivo es evitar que una gran parte de quienes compran vivienda -jóvenes sobre todo- tenga que recurrir a préstamos hipotecarios a plazos disparatados de hasta 30 años, con amortizaciones que apenas reducen el principal en el primer tercio del plazo. Son pesadas losas financieras que ahogan a las familias, limitan la movilidad laboral y colocan a las entidades financieras con riesgos de impago durante decenios.
Si se quiere de verdad favorecer a los consumidores deben explorarse fórmulas para agilizar la subrogación hipotecaria, para reducir los tipos en las hipotecas a interés fijo -las menos vulnerables al encarecimiento del dinero- o para rebajar los plazos de los créditos sin elevar de forma abrumadora las amortizaciones. Los pisos a cualquier precio y a cualquier plazo no siempre son un buen negocio.
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