Energía e inflación
El mes de septiembre supuso para la práctica totalidad de las economías del mundo un descenso sustancial de las tasas de inflación. En el área euro la inflación bajó desde el 2,3% hasta el 1,7%; en Estados Unidos se situó en el 2,1%, desde el 3,8% anterior, y en España, en el 2,9%, frente al 3,7% de agosto. Semejante comportamiento, observado tanto en las economías desarrolladas como en los países emergentes, es atribuible en su totalidad a la evolución del precio del petróleo, cuyo precio ha caído en los últimos dos meses entre un 15% y un 20%.
Precisamente a causa de la volatilidad que incorporan los precios energéticos y otros, como los de alimentos sin elaborar, la inflación general no es un buen indicador para determinar en el corto plazo la política monetaria. No sería sensato pensar que los principales bancos centrales deben ahora bajar sus tipos de interés de referencia porque en septiembre las inflaciones respectivas lo hayan hecho de forma sustancial. La alternativa es hacer el seguimiento de la llamada inflación subyacente, es decir, la evolución de los precios de la cesta de la compra pero excluyendo precisamente esos elementos volátiles (energía y alimentos sin elaborar).
La Reserva Federal tiene motivos para vigilar con preocupación el indicador de la inflación subayente que ha subido casi un punto
En el área euro la subyacente se ha situado en el 1,5% en septiembre, sin haber sufrido variación mensual alguna y manteniendo un nivel muy similar al de hace un año y claramente inferior al 2,0% de hace dos años. La conclusión inmediata es que este indicador no refleja riesgos inflacionarios, ni efectos de segunda ronda derivados del encarecimiento energético de los últimos años, por lo que la política monetaria del Banco Central Europeo seguirá acomodándose de forma paulatina al ciclo económico.
Estados Unidos, sin embargo, presenta un cuadro diferente: su inflación subyacente se sitúa en el 2,9%, habiendo repuntado una décima en el último mes, casi un punto porcentual por encima de los registros de hace uno y dos años. La Reserva Federal, a diferencia del Banco Central Europeo, sí tiene motivos para vigilar con cierta preocupación este indicador. Con todo, las subidas de tipos de meses anteriores podrían estar ya dando sus frutos: primero enfriando la economía y después reduciendo la tasa de inflación subyacente.
Álvaro Lissón y Enrique S. del Villar son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Grupo Analistas).
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