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Reportaje:

La cara oculta de nuestra pobreza

El Ayuntamiento calcula que 1.600 personas carecen de hogar en la capital, pero las ONG elevan la cifra a más de 6.000

Madrid es también una ciudad de pobres. Bajo las espesas alfombras de la opulencia con que la macroeconomía cubre la capital, malviven miles de personas sin hogar, ancianos solos con pagas de miseria, familias con múltiples problemas que les inundan, más allá de la falta de dinero. También hay jóvenes e inmigrantes que se ven ahogados por la precariedad y ya no gozan del apoyo familiar y de grupo, debilitados éstos por el cambio social general. El pasado martes se celebró en todo el mundo el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Mucho queda por hacer aquí, en el portal de casa, donde vive la exclusión.

Tiene 65 años y cobra 300 euros de pensión no contributiva. Mercedes Encinar entra en la vejez, sola y pobre. Vive en una casa minúscula y en mal estado en Noviciado. Asegura que la hija que le queda no se ocupa de ella. No recuerda cuándo murieron su marido, y al año, su hijo, "robado por una sobredosis". La situación de esta viuda, que acude cada día al centro de Cáritas en la calle de la Madera, refleja una de las nuevas caras de la pobreza en Madrid, un fenómeno complejo que ya no se puede definir sólo como los ingresos por debajo de la mitad de la renta mínima media.

Más de 103.000 mujeres mayores de 65 viven solas, según los últimos datos censales

Santos Malagón, director de la asociación Realidades para personas sin hogar desde que se creó hace 14 años, explica quiénes son los nuevos excluidos sociales: "Antes, al que no tenía suficiente le ayudaba su familia, seguía viviendo la vida de su barrio, iba a la taberna. Hoy siguen en la sociedad, pero el desarrollo económico y social ha hecho que ellos y el resto se vean recíprocamente distintos. Los pobres no comparten los objetivos colectivos del resto y su soledad les provoca que sea muy difícil recuperar su vida". Malagón señala que hasta los años setenta la protección familiar hacía difícil que una mujer se quedara en la calle; hoy, el riesgo de que esto ocurra es alto para Mercedes y las otras más de 103.000 mayores de 65 que viven solas en Madrid, según los últimos datos censales. Las españolas mayores son las más pobres de la Unión Europea, señalaba un informe del Imserso referido a 2004.

Mercedes, con ojos extrañamente tristes y alegres a la vez, señala el baño en la parte más tremenda de su casa y se disculpa por el desorden del lugar. No imaginaba este presente cuando era la portera y salía a tomar el fresco sentada a la puerta del edificio con sus amigas "hasta las tantas". Lo que recibe de la Seguridad Social le da para pagar 100 euros de alquiler, la luz, "el entierro" (el seguro de decesos) y la comida, "garbanzos, lentejas, cosas así, y de vez en cuando, pescado fresco", cuenta. Apalanca sus ingresos con "las 5.000 pesetas al mes" (30 euros) que cobra por sacar los cubos de basura de cinco fincas próximas.

El vicepresidente de Cáritas, Víctor Renes, señala una perversión del sistema de protección social que fija en la pobreza a las personas que reciben pensiones insuficientes. "La Comunidad ha reconocido como un derecho la renta mínima que otorga, pero ésta, insuficiente, es además incompatible con la percepción de pensiones no contributivas (PNC). Así, como el trabajo que puedan realizar es irregular, la pensión no contributiva hace pobres a mujeres como Mercedes". Ante esta situación, el deseo de ella es claro cuando se le pregunta qué mejoraría su vida: "Un piso, un poco más grande y mejor".

La vivienda es un elemento "básico" de la integración, asegura Malagón. "No debería ser sólo un bien de mercado, hoy inaccesible para tanta gente", apunta Renes. En Impulso Solidario, otra ONG dedicada a los que han perdido su casa, conocen bien el prototipo de persona sin hogar con la que trabajan en su promoción personal. "En Madrid, se trata de un varón español que ronda los 43 años, con bajo nivel educativo y de capacitación profesional. Muchos tienen problemas de alcoholismo, y algunos jóvenes, de drogodependencia". La directora de esta fundación, Hildegart Álvarez, sostiene que en la región "ya no se pasa hambre", pero reclama más recursos para acoger a personas sin hogar enfermas y con problemas mentales. Enrique Cuesta, portavoz de Stop Exclusión, plataforma de ONG que luchan en este campo, reconoce el "esfuerzo presupuestario del Ayuntamiento últimamente"; pero sostiene que no es suficiente, que "hay que invertir en centros más pequeños cerca de donde sobreviven los que han perdido su casa".

Según calcula Cuesta, unas 800 personas viven en la calle en Madrid, la mitad en el centro de la ciudad. Uno es Manuel, de 49 años, que se refugia por las noches bajo un puente cerca de los escaparates de un rutilante centro comercial. El hombre no es capaz de explicar con claridad qué le ha llevado a su colchón mugriento cuando llegó a la capital desde Elche hace cuatro años.

Su discurso revela algún tipo de trastorno mental. Álvarez y Cuesta coinciden en que la calle deteriora mucho y que la intervención en estos casos es muy complicada. Un estudio de Cáritas publicado en 2005 concluye que el 66% de los enfermos mentales que viven en Madrid están bajo el umbral de la pobreza y perciben ingresos menores de 301 euros. Dos unidades de salud mental ambulantes de la Comunidad de Madrid recorren las calles tratando de ayudar a personas como Manuel.

Al centro de Cáritas de la calle de la Madera acuden otras dos personas que, esta vez, buscan trabajo. Sufren dos nuevas formas de pobreza. El primero es un refugiado político con un alto nivel intelectual que a sus 51 años no encuentra empleo; cobra una pensión de 300 euros y realiza "trabajillos" que le ayudan a pagar los 465 euros que le cobran por una habitación en un hostal. La segunda es Dina, una peruana de 60 años que trabaja de asistenta cuando puede y vive con su hija soltera.

Rosalía Portela, que atiende casos como los suyos en la ONG, señala que los nuevos pobres son muchas veces personas que no se ajustan al patrón tradicional del indigente: "Pasan inadvertidos, porque su apariencia no choca, pero que están ahí, empujados fuera del sistema por la falta de trabajo". Álvarez califica estas situaciones de "pobreza sumergida, porque no está en la calle a la vista de todos".

En casa de las inmigrantes la cosa no va bien. La hija de Dina, de 37 años, es teleoperadora por la mañana y limpiadora por la tarde. Comparte piso con su madre y una compatriota. Los apuros son tantos que Dina debe encontrar trabajo "donde sea". Entre tanto, no recibe ingreso alguno. Stop Exclusión advierte del problema que se avecina con las dificultades que sufren los inmigrantes. Cuesta asegura que las ONG están detectando un incremento del fenómeno en sus centros de acogida "mes a mes". Así como el deterioro de los apoyos familiares y sociales provoca pobreza, los extranjeros que pierden su red de contactos se encuentran desamparados. "Existen historias de éxito entre los inmigrantes, la mayoría, pero hay que estar preparados porque muchos se van quedando por el camino", explica.

El cuadro de los casos que ocurren en Madrid es variado, como muchas son las medidas que se toman desde las instituciones y ONG. Pero en lo que coinciden todos es en que los esfuerzos están mal distribuidos y peor coordinados. Malagón pide "un debate parlamentario en la Asamblea en el que se aborde la exclusión de forma clara y contundente". Para que Mercedes, Manuel, Dina y las demás personas que malviven tan cerca no sigan en el fondo del pozo.

Dimensiones de la exclusión

El Ayuntamiento de la capital consigna en sus informes anuales que el número de personas sin hogar ronda los 1.600. La cifra es "irreal" para las ONG que trabajan en la calle, a pesar de que reconocen que no es fácil obtener un dato exacto porque vivir al raso es una situación cambiante.

Cáritas y la Asociación Realidades cuentan más de 6.000 personas sin casa y Stop Exclusión los rebaja a 4.000. En todo caso, los que sufren la situación más grave, por no estar acogidos en albergues, serían 800 en el municipio, con presencia mayoritaria en los distritos más céntricos de la ciudad. Muchos sólo acuden a refugios públicos y privados durante los meses de frío.

En los primeros nueve días de la pasada campaña de acogida, que comenzó en noviembre de 2005, 275 personas durmieron en los albergues de Mayorales (municipal) y de la Cruz Roja, ambos en la Casa de Campo.

Un 10% eran mujeres y un 57%, extranjeros. Todas las instituciones reconocen que cada día es mayor el número de inmigrantes que se ven excluidos en su sociedad de acogida.

Según el último estudio económico de Cáritas, 1,3 millones de españoles viven con sólo un 25% de la renta media personal neta; además de estas personas, el 20% de la población ingresa menos del 50% de ese parámetro.

Loli Fernández, mediadora de la ONG Secretariado Gitano que trabaja entre los desfavorecidos del barrio de Pan Bendito en la capital, ofrece otra cifra alarmante: el 10% de los 72 millones de europeos bajo el umbral de riesgo de pobreza, según las cifras utilizadas por la Comisión Europea, son gitanos.

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