'In vodka non veritas'
Hillary Clinton me recuerda a Sarah, la misionera de 'Ellos y ellas'
Cuando era primera dama, tenía ese aire sincero y a veces mojigato de certeza y buenísimo que le valió el apodo de Santa Hillary. Como senadora, se ha hecho amiga de conservadores en su grupo de oración del Congreso, y últimamente se la ha visto con dos cruces colgadas del cuello, una de oro y otra de diamantes.
"¿Es quizá señal de que su fe va a pasar más a primer plano a medida que se acerque 2008?", reflexionaba Ben Smith en un blog de The New York Daily News. Y, sin embargo, Hillary siempre me pareció el tipo de mujer reprimida y entregada que sería verdaderamente divertida si alguien se la llevara a tomar dulces de leche en Cuba, como hace Marlon Brando con la misionera Jean Simmons en Ellos y ellas.
Hillary me parece la mujer reprimida que sería divertida si se la llevaran a Cuba, como hace Marlon Brando con Jean Simmons en el filme 'Ellos y ellas'
Mi impresión de que Hillary tenía una faceta picante oculta quedó confirmada cuando leí, en la primera página de The Times, una historia sobre su inesperada amistad con su presunto rival para las elecciones de 2008, John McCain. Anne Kornblut contaba que hace dos veranos, durante un viaje de una delegación del Congreso a Estonia con Lindsey Graham y Susan Collins, Clinton "asombró a sus colegas al sugerir que el grupo hiciera lo que se hace en el Báltico: un concurso de beber vodka. El jefe de la delegación, el senador John McCain, aceptó encantado. La sesión de copas posterior a la cena fue tan agradable -los recuerdos de quién bebió más son un poco borrosos- que McCain, el republicano de Arizona, se dedicó después a decir a la gente lo asombrosamente simpática que le había parecido la señora Clinton". Parecía un soplo de aire fresco y bipartidismo en la agria era de George W.
Sin embargo, pocos días después de que se publicara la anécdota, McCain la negó rotundamente en Fox News y dijo que "no era cierta". "¿No fue así?", insistió Alan Colmes. "No", repitió McCain. "Pero ustedes dos tienen una buena relación de trabajo, ¿verdad?", preguntó Colmes. "Trato de tener una buena relación profesional con todos los senadores, y tengo una buena relación profesional con la senadora Clinton, me esfuerzo para que sea así", replicó McCain.
Entonces intervino Sean Hannity: "Senador, me alegro de saber que no se dedicó a beber vodka con la senadora Clinton". "No lo hice", repitió con énfasis McCain. Luego, el senador fue al programa de Jay Leno y volvió a negar la noche de juerga en el mar Báltico. Después de bromear diciendo que "intentamos que Ted Kennedy fuera el árbitro", volvió a insistir: "No ocurrió. No ocurrió". "¡Pero estaba en la portada de The New York Times!", exclamó Leno, a lo que McCain respondió: "No hay que creer todo lo que se lee".
Joshua Green, que elaboró el perfil de Hillary que figuraba en la portada del último número de The Atlantic Monthly, no logró entrevistar a McCain para preguntarle sobre la noche en la que Hillary había servido chupitos a sus colegas legisladores. Pero se encontró con él en el Capitolio y le interrogó sobre aquella velada. "A McCain se le iluminó el rostro con el recuerdo", escribió. "Hacía 50 años que no participaba en un concurso de copas', dijo McCain. Y añadió, en tono de admiración: "¡Verdaderamente, aguanta bien el alcohol".
El hombre al que llaman El Expreso de las Cosas Claras volvía a cambiar de dirección. Confundida, decidí indagar en el entorno de McCain. "Fueron a cenar", me dijeron. "Y después de cenar tomaron unas copas. No fue ningún concurso de bebida, como podríamos imaginarlo usted o yo. John tomó dos copas". Los colaboradores de McCain insistieron en que Susan Collins y Hillary Clinton se dieron más a la diversión y que no se trató de ninguna reunión íntima: "Había seis senadores, con sus ayudantes, y un grupo de estonios".
Las bases
Es decir, bebieron vodka y se divirtieron, pero la gente de McCain, deseosa de que el senador tenga contento a lo que Jon Stewart llama "el mundo enloquecido de las bases", impidió que su jefe volviera a invitar a Clinton a algún viaje. El antiguo combatiente y diablillo de su madre está tan apagado y depende tanto de su base que tiene miedo de que le vean bebiendo Stolichnaya con una buena chica metodista del Medio Oeste que lleva cruces colgadas del cuello.
"No pretendió engañar a nadie", explicó su portavoz. "La imagen que representa un concurso de chupitos no es muy positiva y vivimos tiempos muy serios. Lo mejor que ha hecho es saber ser sociable. Y se puede ser sociable bebiendo, pero eso no es lo mismo que organizar un concurso de chupitos. ¿Es hilar demasiado fino?".
La verdad es que sí. El senador, que antes era tan sincero, empieza a parecer muy clintoniano con tanto análisis y disimulo: ¡No estuve de copas con esa mujer!
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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