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Reportaje:

Un paraíso a las puertas de Barcelona

Unas 70.000 personas visitan todos los años el delta del Llobregat, el segundo más grande de Cataluña

Sólo media hora en coche separa la ciudad de Barcelona de uno de los espacios naturales más importantes de Cataluña. Unas 70.000 personas lo visitan todos los años. Una parte importante de ellas (18.000) son grupos de escolares. En verano, la presencia humana se limita a los guías del parque y a una decena de ornitólogos y fotógrafos aficionados. La entrada es gratuita. El delta del Llobregat se extiende desde el macizo del Garraf hasta la montaña de Montjuïc. Prácticamente escondido entre los términos municipales de Viladecans, El Prat de Llobregat, Gavà y Sant Boi de Llobregat, acoge 20 hábitats naturales considerados por la Unión Europea de interés internacional. Es una parada obligatoria para más de 350 especies de aves migratorias. También alberga más de 20 tipos de orquídeas. Con una extensión de 97 kilómetros cuadrados, es el segundo delta más grande de Cataluña, tras el del Ebro. El delta del Llobregat lo forman las playas y los pinares de la costa, las zonas intermedias de lagunas y marismas y un interior tradicional de huerta donde ahora predominan las zonas industriales y de infraestructuras. El aeropuerto está justo en medio del parque natural. La Zona Franca y el puerto de Barcelona están a tan sólo unos metros de los límites del delta. La marisma del Remolar-Filipines, en el término municipal de Viladecans, está abierta al público desde las 9.00 hasta las 19.30 horas y se puede acceder a ella con el autobús de la línea L-95, que sale desde la plaza de Espanya de Barcelona. En el otro extremo del aeropuerto está la reserva de la Ricarda-Ca l'Arana (esta primera está cerrada al público porque es una finca privada). Para llegar a ella es imprescindible utilizar el transporte privado. En este espacio natural está la laguna de Cal Tet. Se puede visitar desde la pasada primavera, pero sólo con guía, porque todavía no se han acondicionado ni señalizado sus caminos. Cada hora, una de las tres informadoras de la reserva llevan al visitante por caminos de arena flanqueados por marismas. La misma ruta que muchos jabalíes recorren por la noche. Con la luz del día, sus huellas son claramente visibles. Los pinares del parque litoral, entre el aeropuerto y el mar, son propiedad de AENA, cedidos al Consorcio del Delta del Llobregat, un organismo público que constituyeron hace un año la Generalitat y los ayuntamientos de El Prat de Llobregat y Viladecans para gestionar y proteger los espacios naturales del delta. Los pinares los ocupaban cámpings que tuvieron que cerrar tras la construcción de la tercera pista del aeropuerto. AENA les indemnizó comprando los terrenos. Flanqueados por el aeropuerto y el mar, los pinos crecen inclinados por la acción de la brisa marina. En su subsuelo abundan las orquídeas mediterráneas. Junto a la pineda, se encuentra una playa que aún conserva la vegetación casi desértica que siglos atrás abundaba en el litoral mediterráneo. A no ser por la treintena de grúas de las obras de ampliación del aeropuerto de Barcelona, el visitante podría pensar que se encuentra a centenares de kilómetros de la civilización. Entrar en el observatorio de madera que hay frente al estanque del Remolar es sumergirse en su silencio y perder la noción del tiempo, como los animales que habitan en el estanque. Ni el incesante ir y venir de aviones consigue alterar el biorritmo de los patos de cuello verde, las gaviotas o las garzas reales que allí habitan. Pero las apariencias engañan. El técnico de uso público y educación ambiental del consorcio, Néstor Urios, explica que un estudio reciente señala que las ranas del delta cantan menos que las de otros hábitats. La marisma del Remolar-Filipines acoge un centro de información al visitante y una estación biológica, donde un grupo de anilladores se encarga periódicamente de identificar a las aves que escogen el delta del Llobregat como parada en su viaje migratorio. Las pesan y miden, y les colocan en una pata una anilla de metal con un número que las identificará de por vida. Joan Castelló es uno de ellos. Explica que el anillamiento de las aves "permite seguir los viajes migratorios que éstas hacen". En los estanques del delta del Llobregat se han encontrado tortugas de Florida. Son las tortugas de agua comunes en las tiendas de venta de animales, que cuando sobreviven, pueden llegar a pesar varios kilos. La liberación en el delta de esta especie no autóctona está prohibida y penalizada. Pero, según explica Urios, "muchas familias vienen a soltarlas cuando han crecido tanto que no pueden tenerlas en casa". Las tortugas de Florida han formado grupos, se reproducen con facilidad, y como depredadores podrían entrar en conflicto con las especies autóctonas. Los técnicos del consorcio están elaborando un estudio para analizar los efectos de la presencia de las tortugas de Florida sobre la fauna autóctona.

El delta acoge 20 hábitats naturales de interés internacional
La tortuga de Florida podría afectar a las especies autóctonas
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