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Reportaje:La candidatura socialista para la capital

Un enredo al estilo de los hermanos Marx

Blanco actuó por su cuenta y sin consultar a Zapatero al divulgar la candidatura de Bono

Los rasgos de la crisis surcaban su rostro. José Luis Rodríguez Zapatero trataba de hacer de tripas corazón en la mañana del miércoles, 11, mientras tomaba parte, con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en el acto del Expotren de Extremadura, en la estación madrileña de Chamartín. La pésima gestión de la candidatura a la alcaldía de Madrid hacía mella. Zapatero tenía que rendirse ante una evidencia que se había negado a admitir durante meses: que debía pensar en un candidato diferente de Pepe Bono. Su mente estaba en blanco. No tenía ni la más remota idea de quién podía ser el candidato.

El asunto quedó visto para sentencia la tarde del lunes 9. Esa mañana, el presidente mantenía la ilusión de que Bono sería el candidato. Creía que el anuncio, al tratarse de Bono, podía esperar algunas semanas. Veía el nombramiento como una pieza de un puzle más amplio. Fuentes consultadas señalan que las elecciones catalanas del 1 de noviembre eran una de esas piezas, ya que Bono se había marchado del Gobierno tras invocar que su permanencia era incompatible con la política territorial del Gobierno. Nunca ocultó que, a diferencia de Pasqual Maragall, tenía gran estima por Artur Mas, líder de CiU. Veía con buenos ojos a Mas en la Generalitat. Zapatero, pues, quería más tiempo para persuadir a Bono, quizá hasta conocer el resultado electoral. Si las antiguas discrepancias de Bono mermaban y si era candidato, la campaña electoral no presentaría problemas.

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El lunes, 9, Bono explicó al presidente en La Moncloa lo que ya había hecho otras veces. Sabía por experiencia que una campaña como la de Madrid requería años de trabajo. Si en Castilla-La Mancha se la había trabajado pueblo a pueblo, en Madrid necesitaba tiempo para hacerlo barrio a barrio. Era, pues, una aventura de paracaidista cuyos riesgos no veía necesario correr. No lo dijo, pero ¿podía alguien imaginarse a Bono como concejal en la oposición en Madrid tras una eventual derrota?

El presidente pidió a Bono que no diera el asunto por cerrado ante la prensa. Bono interpretó que el presidente necesitaba tiempo para pensar otro candidato. Se equivocó. El presidente quería más tiempo para persuadir a Bono. Si había cambio político en Cataluña, terminaría convenciéndole.

El martes, 10, Bono, al ser preguntado, dijo: "Es algo que personalmente me agrada; no me amargan los dulces". Se pasó un par de pueblos. Pero ese día, en el hotel Ritz de Madrid, Bono le dijo a Pepe Blanco en privado que no sería candidato. Pero Blanco se agarró a sus palabras en público y anticipó que la ejecutiva del partido propondría oficialmente la candidatura a Bono. Dado que Zapatero llevaba el asunto, ¿por qué Blanco no habló con él antes de tirarse a la piscina? Una fuente señala que el martes, ni el presidente ni la vicepresidenta estaban en Madrid. No parece convincente. Blanco actuó a su manera: aquí te pillo, aquí te mato. La noche del martes, Bono le llamó y le pidió que no siguiera adelante.

"Admito que los deseos de unos y quizá mi torpeza al expresar mi lealtad al partido pudieron trasladar una falsa percepción de la realidad. Por no ser despreciativo se pudieron concebir esperanzas infundadas", dijo Bono en una entrevista con este periódico la noche del miércoles en Madrid. Ese día, por la mañana, Bono volvió a llamar a Blanco, quien estaba en el programa La mirada crítica, de Tele 5. Allí enfatizó el gran consenso de los socialistas en torno a Bono. Dado que Blanco no le devolvió la llamada, según fuentes consultadas, Bono habló con Zapatero y Manuel Chaves. El mensaje: deshacer el enredo. El miércoles por la noche, Bono pasó varias horas con el presidente y la vicepresidenta. Se trataba de pensar en el futuro. Los máximos dirigentes socialistas crearon una comedia al estilo de los hermanos Marx y se enredaron en ella ante el respetable público. Ahora queda lo peor.

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