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Entrevista:Mercedes Cabrera | Ministra de Educación y Ciencia

"Tendré mano dura contra la violencia escolar"

Pregunta. Usted es la ministra de Educación que realmente quería Zapatero cuando llegó al Gobierno. Usted debe saber por qué entonces no pudo ser, y por qué se ha hecho realidad ahora.

Respuesta. La verdad es que yo no tuve esa información en ese momento. Tuve las sospechas, pero no tengo la información y, como se puede usted imaginar, tampoco la he preguntado.

P. ¿Y qué sospechas tuvo?

R. Bueno, María Jesús San Segundo estuvo en aquel gabinete en la sombra, como le llamaron algunos, y era la que se encargaba de los temas de Educación, y yo la verdad es que, desde el principio -bueno, desde el principio no, porque ganar las elecciones no estaba en el horizonte de muchos- identifiqué a aquellas personas como las que iban a ser los ministros. Lo que pasa es que, efectivamente, mi nombre empezó a circular aunque a mí nadie me hizo el más mínimo comentario, ni yo pensé en ello. Tampoco se me ocurrió que podía ser ministra por ir como número dos en la lista de Madrid.

"El concepto de orden, de disciplina, tiene que formar parte de la educación, junto con otro mundo de valores de tolerancia"
"La raíz del mal es que esta sociedad ha incorporado la violencia, sobre todo en imágenes, con demasiada naturalidad"
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Fracaso total

P. Lo cierto es que usted sustituye a una ministra cuyo efímero mandato ha pasado sin pena ni gloria. Y a poquito que usted haga, seguro que se va a notar...

R. ¡Hombre, sin pena ni gloria...! Yo he podido seguir su labor desde la presidencia de la Comisión de Educación del Congreso. Y es cierto que María Jesús San Segundo tuvo, a partir de determinado momento, esta imagen de...

P....de ausencia de imagen...

R. De... desaparición de la escena. Y, sin embargo, sacó adelante la Ley Orgánica de Educación, que fue un trabajo ímprobo. Así que me parece injusto decir que haya pasado sin pena ni gloria.

P. Pues no debe de ser la opinión de Zapatero cuando la ha sustituido. Le recuerdo que en los momentos más críticos tenía que venir en ayuda de la ministra ese profesional en arreglar conflictos que es Alfredo Pérez Rubalcaba.

R. Claro, ser ministro no garantiza que uno sea hábil o eficaz en algo tan complicado como una tramitación parlamentaria de una ley. Yo he tenido suerte, porque mi experiencia parlamentaria me ha ayudado mucho a moverme.

P. Pero tampoco usted puede evitar que el tema de la educación en España sea una cuestión ideologizada que acaba, inevitablemente, en la confrontación política.

R. Éste es un problema del que yo, tengo que confesarlo, era consciente de manera muy relativa. Pero es cierto que hay una interpretación muy cargada de ideología sobre el sistema educativo y también formas muy distintas de entender lo que debe ser la educación. Quiero decir que así como entiendo que haya una demanda de pacto político por la educación, eso no me lleva a pensar que no deban existir opiniones muy diferentes sobre lo que debe ser la educación.

P. Precisamente por eso creo que sería muy esclarecedor que usted me explicara cuál es la razón de fondo de la confrontación, todavía no resuelta, entre los modelos educativos que defienden la derecha y la izquierda en este país.

R. Bueno, tampoco sé si la confrontación es exactamente entre la derecha y la izquierda. Porque en la Transición es verdad que la izquierda defendía el modelo de escuela única y laica, que nos venía de una tradición larga. Pero no creo que ahora mismo la izquierda se identifique con aquello, aunque sigue habiendo todavía grupos defensores de aquel modelo de enseñanza, lo que me parece muy legítimo, igual que sigue habiendo núcleos duros defensores de lo que ha sido una tradición en la educación de este país muy vinculada a la Iglesia Católica.

P. Eso está claro, pero quizás lo más preocupante no sea tanto que esa confrontación se mantenga sino que, por razones que sería importante que usted analizara, la enseñanza se está deteriorando en su dimensión más básica, como es la convivencia. Me refiero al problema de la violencia en la escuela, del acoso escolar.

R. Mire, no me voy a intentar escapar de la pregunta diciéndole que éste no es un problema sólo de España y que en otros países es más duro, porque no sería consuelo. Le diré que no me siento suficientemente capacitada ni preparada para hacer un diagnóstico claro y definitivo sobre esta cuestión, pero creo que hay algunas cosas que sí conviene aclarar: primero, que aunque es un fenómeno que conocemos cada vez más, no sé si es tan reciente. Pero le diré sinceramente que también tenemos el problema del tratamiento de esta cuestión. Deberíamos ser capaces de tratar esta información para corregir el problema y no para crearle un ámbito de expresión que lo haga todavía más complicado de solucionar. Me dan mucho miedo las informaciones repetidas y sacadas de contexto sobre esta cuestión.

P. ¿Está usted pensando en un peligro de se produzca un mimetismo, una especie de moda?.

R. Sí, estoy pensando en algo de esto. Estoy totalmente de acuerdo en que los centros escolares tengan que ser capaces de brindar todos los instrumentos para hacer frente a esta situación. Pero deberíamos ser capaces de hacerlo de la manera más discreta, aunque no sé si esta es la palabra adecuada de lo que quiero decir.

P. Pero no sé si esa discreción es la forma adecuada de tratar un problema que está provocando un grave daño, no sólo a las víctimas, sino a la idea de para qué sirve una escuela. Porque lo que está creciendo es la sensación de impunidad. ¿No cree que ha llegado el momento de aplicar lo que se entiende por mano dura?

R. Vamos a ver... Yo no tengo ningún prejuicio en contra de la mano dura, porque creo que a veces es necesaria. A mí me parece que en los centros escolares tiene que haber orden y que los niños deben aprender lo que es disciplina; tienen que conocer sus derechos, pero también sus obligaciones. Pero no sólo en los centros escolares. También fuera, en las familias. El concepto de orden, de disciplina, del deber, de la responsabilidad social, tiene que formar parte de la educación, pero junto con el aprendizaje de otro mundo de valores de tolerancia, de respeto al que no opina igual.

P. Pero, ¿no cree usted que mucha gente le agradecería que usted me dijera, para ponerlo en un titular, que habrá mano dura contra el bullying?

R. Un titular como ése significa que yo estoy convirtiendo el bullying en el problema fundamental de los centros escolares, y no creo que lo sea. Pero eso no quiere decir que le esté quitando importancia al problema. Mire, yo procuro hacer lo que me dijo Zapatero: "Lo que tienes que hacer es escuchar". Y yo intento recibir a todos aquellos que me quieren transmitir una experiencia, porque es la única manera de entender. Es verdad que muchos profesores transmiten esa sensación de impotencia y de que...

P. ...que tienen miedo, que van a la escuela con miedo a sus alumnos todas las mañanas.

R. Bueno, sí. Pero hay profesores que dan otra imagen, como la capacidad de integración de niños de familias inmigrantes sin que se plantee ningún problema.

P. Pero no estamos hablando de eso. Lo que le pregunto es qué está usted dispuesta a hacer con algo tan preocupante como ese comportamiento, cruel e inhumano, por parte de niños. Y poco importa que se consiga la integración, porque mientras tanto hay una conducta violenta, que es el bullying.

R. Pues si quiere saberlo, le diré que sí, que tendré -tendremos- mano dura contra el bullying, contra la violencia escolar. Pero espero que tengamos bien claro de qué estamos hablando, que la mano dura no se convierta en comportamientos intolerantes. Porque acusar a un niño es algo muy duro.

P. ¿Dónde está la raíz del mal?

R. Yo creo que la raíz del mal, como usted dice, es que esta sociedad ha incorporado la violencia, sobre todo en imágenes, con demasiada naturalidad. Hoy vemos todos los días imágenes que hace treinta años nos hubieran resultado insoportables. Y si frente a esto no hay una educación, pues podremos tener en el futuro actitudes mucho más violentas. Soy partidaria de controlar lo que los niños ven, pero no estoy nada segura de que esto sea físicamente posible.

P. Ya sé que eso le podría acarrear muchos problemas de imagen, pero ¿usted estaría dispuesta a imponer un reglamento escolar que acabara con la impunidad, una especie de carné por puntos que persuadiera al alumno de que sus actuaciones tienen consecuencias, que el que la hace paga?.

R. Probablemente tendría que haber ese reglamento. Pero lo que no aceptaría en ningún caso es que hubiera ese reglamento sin todo lo demás que hace falta para intentar evitar esas situaciones. Si sólo hay ordeno y mando, sin intento de reconducir, muy probablemente estaríamos aplazando el problema unos años más allá, del centro escolar a la calle. Y en cualquier caso a mí me gustaría que si hay un reglamento en el centro escolar, hubiera otro reglamento en las familias que enseñara lo mismo.

P. ¿Dónde tendrían que buscar protección los profesores acosados?. ¿Usted está dispuesta a defenderlos?.

R. Hay una escala de responsabilidades que empieza en el centro escolar, sigue por la comunidad autónoma y acaba en mi ministerio, indudablemente, y ahí cada uno tiene su responsabilidad. Respecto a lo que yo pueda hacer... Tendría que averiguar mi capacidad normativa, que me temo que, en algunos asuntos, es la que es, porque las competencias están transferidas.

P. Dígame si es usted consciente de que los ciudadanos tienen la percepción de que, desde el comienzo de la democracia, cada gobierno ha hecho cambios en las leyes de educación que no se sabe para qué han servido, pero que lo que sí se sabe es que los alumnos cada vez saben menos.

R. Yo, sinceramente, niego la mayor, porque no es cierto que cada gobierno haya traído una nueva ley de educación bajo el brazo, pero soy consciente de que ésa es la percepción. Creo también que las críticas que se han hecho a la LOGSE han sido muy injustas, porque fue una ley que no pudo desarrollarse porque fue una ley con escasos recursos. Y con respecto a los contenidos, es verdad que podemos haber dado el bandazo de una enseñanza muy memorística a una enseñanza menos memorística. Y no creo que ese bandazo haya sido bueno.

P. Usted niega la mayor, pero ustedes también han caído en la tentación de hacer su ley. Dígame por qué no les gustaba la ley del PP, que no llegó a entrar en vigor.

R. Lo que en mi opinión era su parte más negativa era la introducción de itinerarios en edades demasiado tempranas y con criterios demasiado rígidos, de tal manera que el hecho de que un adolescente entrara en un itinerario era un proceso irreversible. Y eso, en la práctica, podía tener efectos discriminatorios.

P. O sea, que bajo el eufemismo de los itinerarios se estaba introduciendo la expulsión del sistema educativo de quien no tuviera medios para seguir en la carrera.

R. Sí, efectivamente, ése era el riesgo que los socialistas detectamos y nuestra principal crítica a la ley del PP. Suponía sancionar el fracaso escolar en lugar de prever los problemas que podían determinarlo.

P. Reconozca usted que también se pretendía frenar el caos permisivo que ustedes habían introducido en el sistema eliminado las repeticiones de curso.

R. Pues le diré respecto a esa acusación que hay un informe reciente de la OCDE en el que España tiene un índice de repetición de curso muy por encima de la media europea. No tengo manera de encajar este dato con esa visión que se ha dado de la LOGSE, donde se supone que se pasaba de curso sin mayor problema. Y, sin embargo, sí me encajaría con el problema del llamado fracaso escolar. O sea, que en España se repite mucho, pero eso no sirve para enmendar la situación. La nueva ley establece la repetición, pero no para volver a hacer lo mismo, sino para promover una educación personalizada.

P. Ahora tienen un frente de resistencia, apoyado por el PP, que es la asignatura de la Educación para la Ciudadanía. Me gustaría saber cuál es, en su opinión, la razón de esa oposición a una asignatura que se describe como educación en los valores democráticos y que la derecha y la Iglesia denuncian como una especie de adoctrinamiento perverso.

R. Pues se me ocurren dos razones, y ninguna de las dos me gusta. Una es que se esté utilizando esta asignatura y este tema para dar una continuación de la batalla que dieron contra la ley, y se plantean: "Vamos a ver por dónde podemos seguir haciendo ruido". Desde luego, esta razón no me gusta, pero la otra razón me gusta menos, que es pensar que haya gente, todavía, que opine que una materia como ésta, con estos contenidos de valores democráticos y respeto a los derechos humanos, pueda ser adoctrinamiento. Porque esto significaría que no saben lo que es un sistema democrático, cómo funciona, hasta dónde puede llegar un Gobierno en sus posibilidades de adoctrinar. Es inconcebible que alguien opine que esos valores democráticos constituyen adoctrinamiento, ideología política.

P. No sé si le preocupa que la jerarquía de la Iglesia Católica se haya sumado fervorosamente a la batalla, que estén difundiendo la idea de que esta asignatura es una expresión de persecución a la Iglesia, que lo estén planteando como una cruzada, como hicieron con la ley de matrimonios homosexuales.

R. La verdad es que sí me preocupa porque creo que no estamos en tiempos de cruzadas. Pero me preocupa además por lo que esta campaña de la Iglesia pudiera significar de falsificación del contenido de la materia, y que un sector de la opinión pública pudiera llegar a pensar que, efectivamente, la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos es lo que ellos dicen.

Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Ciencia.
Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Ciencia.RICARDO GUTIÉRREZ

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