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Reportaje:

La guerra de los 'donuts'

Ocho trabajadores de Panrico están en huelga de hambre porque la compañía les quiere convertir en autónomos

Oriol Güell

Pasar hambre en la puerta de una fábrica que cada día produce toneladas de pan de molde y bollos tan conocidos como los Donuts. Ésta es la protesta laboral que siguen, desde hace 21 días, ocho distribuidores de la planta que Panrico tiene en Paracuellos de Jarama. Han adoptado tan drástica medida por los planes de la empresa de obligarles a convertirse en trabajadores autónomos para seguir trabajando para la compañía. Medio centenar de empleados más están en huelga y no acuden a su puesto de trabajo por el mismo motivo.

Julio Sánchez, afiliado del sindicato que promueve la huelga, CC OO, ha perdido en este tiempo siete kilos. José Vicente Segura, de 30 años, pesa ahora 68 kilos, cuando hace tres semanas rozaba los 80. "Nos alimentamos de zumos, infusiones y sirope de arce, que dicen que tiene muchos nutrientes", explican mientras miran de vez en cuando los sacos acumulados frente a la fábrica de patatas fritas vecina.

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Los dos rostros muestran las huellas del ayuno y el cansancio de dormir en tiendas de campaña frente a la fábrica: ojeras, pómulos salidos y piel apagada. Cuatro compañeros que empezaron la huelga de hambre con ellos la han abandonado por consejo médico, explican.

La guerra que se libra en torno a la fábrica de Panrico viene de lejos y tiene múltiples frentes. Uno se juega en los tribunales, en los que CC OO ha llevado una y otra vez a la empresa para denunciar los despidos y traslados forzosos adoptados tras el inicio de la protesta. Otro frente es el que separa a los trabajadores en huelga y a los que hacen el reparto en su lugar de forma ilegal, según la Inspección de Trabajo. Y por último, los propios repartidores también están a la greña entre ellos: algunos, que aceptan la nueva situación, acusan a los huelguistas de "amenazas e intentos de sabotaje", según una nota hecha pública por el sindicato UGT y varias asociaciones de repartidores autónomos.

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Para Javier López, secretario regional de CC OO que el pasado miércoles fue a visitar a los huelguistas, "la lucha de los repartidores de Panrico es la lucha contra la precarización y los esquiroles y un encomiable esfuerzo para la defensa de un empleo digno". López reclamó la "intervención de la Comunidad de Madrid y el Gobierno central para que se remedie la situación y la empresa respete la ley y los acuerdos alcanzados".

Panrico no quiere tener más repartidores en plantilla. Hace tres años eran unos 300 en Madrid, aunque después de las sucesivas propuestas de la empresa para que se conviertan en autónomos, ahora quedan 160. De ellos, según la Inspección de Trabajo, 55 están en huelga y otros 29 han sido trasladados forzosamente a realizar labores en el interior de la fábrica.

Panrico quiere que los repartidores se independicen, se compren una furgoneta, se hagan autónomos y hagan el mismo servicio de forma externa. Un portavoz de la empresa, que no quiso contestar a ninguna pregunta planteada por EL PAÍS, sí explicó que "éste es un modelo que se ha aplicado en todas las demás fábricas de España, al igual que muchas otras empresas del sector, con el acuerdo de los sindicatos y los propios trabajadores".

La empresa sostiene que, de no llevar a cabo la medida, peligra el futuro de todos los trabajadores de Panrico ya que la empresa dejará de ser competitiva. Además, asegura, está dispuesta a ayudar a los trabajadores en la compra y mantenimiento de los vehículos, garantizarles una parte de los ingresos y financiar algo de su jubilación.

El huelguista Julio Sánchez da otra versión. "Panrico fue comprada hace un año por una empresa de capital riesgo, Apax Partners, que ha puesto en marcha una estrategia de despidos y máximos beneficios", afirma.

Los trabajadores de Panrico ponen algunos ejemplos de las acciones emprendidas por los nuevos propietarios: "Firmaron el cierre de la planta que teníamos en Villaverde, que incluía el despido de casi toda la plantilla, pero lo hicieron con representantes que no vieron afectados sus empleos. Y ya piensan en vender los terrenos".

Otra práctica empresarial que CC OO considera que vulnera la normativa laboral es la elección de los miembros del comité de empresa. "Como no tenían mayoría, incluyeron en el comité a cuadros intermedios que no representaban a nadie. Así lograron sacar adelante un plan de regulación de empleo", explican los trabajadores. Este asunto fue denunciado en los tribunales, que aún tramitan el caso.

Los jueces sí han dado la razón a los trabajadores en otras dos denuncias: las presentadas contra varios despidos, sentenciados como improcedentes, y contra los 29 traslados forzosos, fallados como ilegales. "Pero la empresa no ha cumplido las sentencias ni ha rectificado", denuncia CC OO.

Frente a la puerta de la fábrica de Panrico se viven cada día momentos de tensión. Ocurren cuando llegan y se van furgonetas y camiones de reparto que sustituyen el trabajo de los huelguistas. "¡Esquiroles!", les gritan los huelguistas. La Guardia Civil y la Policía Local de Paracuellos tuvieron que intervenir el mediodía del pasado miércoles para calmar los ánimos. La sangre no llegó al río, pero el acceso a la planta estuvo cortado durante varias horas. Desde CC OO se alerta de que "si no intervienen las administraciones para hacer cumplir la legalidad, la situación sólo puede ir a peor".

Mientras sorbe un poco de zumo frente a la fábrica, un repartido reflexiona: "Luchamos por nuestro trabajo y los ingresos de nuestras familias. Para la empresa sólo somos un coste, no quieren ninguna responsabilidad. Pues si somos sólo un coste, lo vamos a ser, pero muy caro".

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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