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El asesino dijo haber cometido abusos sexuales sobre menores

Charles C. Roberts, el repartidor de productos lácteos que el lunes hizo pedazos el pacífico universo de los amish y mató a cinco niñas en una escuela de Pensilvania antes de pegarse un tiro, era "un padre excepcional", según su mujer. "El hombre que ha hecho esto no es el Charles con el que llevo casi 10 años casada".

Roberts, de 32 años, padre de dos chicos y una chica con edades de siete años a uno y medio, no tenía antecedentes de desequilibrios, aunque la pareja había perdido una niña hace nueve años. Pero en la nota que dejó a su mujer y en lo que le dijo antes de suicidarse puede estar la clave: los abusos sexuales que cometió cuando tenía 12 años sobre dos miembros de su familia que eran menores.

Esos actos "le avergonzaban y soñaba con ellos", según Jeffrey Miller, de la policía de Pensilvania. En medio de la crisis, Roberts tuvo tiempo de decirle a su mujer: "Hace 20 años, abusé de pequeños que tenían tres o cuatro años". Sobre ello se superpone la muerte de la hija, nacida prematuramente en 1997. "En la nota a su mujer dice que fue una tragedia que cambió su vida para siempre", dijo Miller. "Habla del odio hacia sí mismo, del odio a Dios por aquella muerte y de algo de lo que no puede mencionar, pero que pasó hace 20 años, y que estaba teniendo sueños en los que volvía a abusar sexualmente de menores".

Esta es la reconstrucción de lo ocurrido hecha por la policía: el lunes por la mañana, a las 8.45, Roberts fue a dejar a sus hijos a la parada del autobús escolar. Después volvió a casa, esperó hasta las 9, a que su mujer se fuera, cogió una pistola, dos escopetas, dos cuchillos y una elevada cantidad de municiones y se dirigió a la escuela Georgetown, a dos kilómetros escasos de su casa. Llegó a las 10.30; entró en el aula, en la que había 26 alumnos, enseñó una pistola y mandó salir a 15 chicos y a tres mujeres, una de las cuales llamó a la policía.

Roberts puso a las 11 niñas en fila ante la pizarra, y las inmovilizó por los tobillos. La policía llegó entonces a la escuela; Roberts, que tenía el móvil de su mujer, recibió una llamada de ésta a las 10.50: "No voy a volver a casa; la policía está aquí", le dijo. Después, dijo que si la policía no se retiraba en 10 segundos, dispararía. Enseguida se oyeron disparos. Cuando los agentes entraron hallaron a Roberts sin vida. Cinco de las 11 niñas estaban muertas o agonizando, y las otras seis, heridas.

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